Gustavo Dudamel sube a seis cantantes latinas al escenario de la Filarmónica de Los Ángeles. Entre ellas a la oaxaqueña Lila Downs

EL PAÍS

MARÍA PORCEL

Los Ángeles – 11 NOV 2023 – Cuenta Gustavo Dudamel (Barquisimeto, Venezuela, 42 años) que lo aprendió todo de su maestro, el ya fallecido José Antonio Abreu. La pasión por la música, cómo esta cambia vidas, cómo es un idioma universal. Y también a ir en zapatillas de deporte durante los ensayos. Nunca vio a Abreu sin corbata, recuerda, pero tampoco se bajaba de sus Reebok negras. Él, vestido entero de oscuro, llega del ensayo con sus New Balance blancas. Ha sido cansado, sí, pero reconfortante, unir a seis grandes voces de América Latina con los músicos de la Filarmónica de Los Ángeles para un ciclo de cuatro días con la canción protesta como objetivo llamado Canto en Resistencia. Una novedad que, como tantas que ha ido trayendo durante sus 14 años al frente de la LAPhil, como se la conoce popularmente en la ciudad, ha sido acogida primero con sorpresa y después con agrado entre sus fieles oyentes.

Esta vez Gustavo Dudamel ha hecho casi una revolución. Por el fondo y por la forma. La forma está en subir al escenario a seis mujeres de distintas nacionalidades, estilos y generaciones, para que canten junto a la Filarmónica géneros tan variados como el rap, la cumbia e incluso el reguetón. El fondo llega más lejos: introducir la canción protesta como género sobre el escenario de la refinada orquesta, atrayendo a públicos distintos, jóvenes, y abriendo los oídos a los clásicos. Para su primera noche, la del jueves, Dudamel amenizó la velada con la mexicana Ely Guerra, siguió con la chilena Ana Tijoux, continuó con la oaxaqueña Lila Downs (que pocas horas después recibiría una nominación al Grammy), y finalizó con dos colombianas, primero Catalina García, de Monsieur Periné, y de colofón, Goyo. Para viernes, sábado y domingo contará con la mexicana Silvana Estrada, ya en solitario.

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“Esto ha tomado su tiempo”, contaba Dudamel en una entrevista con EL PAÍS y EFE sobre cómo se ha decidido a realizar un ciclo así, ciertamente rompedor. “Cuando llegué en 2009 ya hice un ciclo, America and Americans, que plantó una primera semilla de buscar ese espacio, de que la identidad tuviese ese espacio”, recuerda. “No eran conciertos tan radicales, entendiendo por radical unos músicos tan distintos”, aclara. “En estos casi 15 años todo el mundo se ha impregnado con el deseo de ampliar fronteras, más allá de romper barreras”, asegura, explicando que este “no es un concierto más” y que efectivamente tiene una carga personal y, en los tiempos que corren, incluso reivindicativa y política.

Así lo demostraron en escena las primeras cinco invitadas, todas cargadas de emoción y que recibieron una oleada de aplausos. “Gracias a esta tierra por traerme aquí y poder contar estos versos a todo el continente americano. Esto es lo que nos une”, afirmaba emocionada Lila Downs, recordando a los muchos trabajadores llegados de toda América Latina que trabajan “en los restaurantes, en las tierras de California”. “A veces nos olvidamos de su existencia porque cada mañana tenemos fresas frescas en nuestra mesa”. Catalina García hablaba de la música “como el camino a la curación”: “La protesta es un derecho que tenemos todos los seres humanos”. Ana Tijoux, más política en sus gestos y palabras, sacó al escenario un aplaudido pañuelo palestino. “La palabra resistencia… es imposible hablar de ellos sin hablar de Palestina. No tengan miedo de decir ¡alto el genocidio en Gaza!”, gritaba, puño en alto. “¡Por Palestina libre! ¡Resistencia! ¡Alto el fuego en Gaza!”, clamaba, entre vítores y sin que nadie, en un país con un fuerte apoyo a Israel, se levantara de su asiento.

Pretendía Dudamel, como contaba en la charla, ir incorporando a las filas de esta institución angelina “a grupos representativos culturalmente”. Hasta ahora se había permitido jugar con el góspel o el hiphop en sedes secundarias de la LAPhil, al aire libre, más veraniegas y populares, como el Hollywood Bowl o el Teatro Ford, pero ahora ha dado un paso más subiendo la canción protesta hasta el escenario del mismísimo Walt Disney Concert Hall, sede de la Filarmónica diseñada por Frank Gehry. “Es el momento de evolucionar, de reivindicar, de poner las cosas donde deben estar. La canción protesta latinoamericana es una música profundamente rica, tanto en el mensaje como musicalmente, porque esa música está hecha con estilos autóctonos, ritmos del pueblo, y eso hace que se convierta en un ciclo de canciones con un mensaje poderosísimo, pero que se siente natural, no se siente forzado. No es que traigamos la canción protesta aquí y sea como ‘¡guau!’. No. Es lo normal que debe suceder, y tiene que tener su espacio. Y sobre todo en instituciones como esta, que representan a la música clásica, digamos, académica. Es importante que ampliemos ese espectro y le demos ese espacio”.

Reconocía el director que, durante los ensayos, en ocasiones había buena parte de los músicos que no entendían las letras, pero que estaban “felices” de este encuentro. “Yo les expliqué un poco de lo que iba la canción protesta, y claro, se identifican, ven que tiene un poder esa música”, explicaba.

Para el aclamado director, una importante figura cultural en la ciudad, en estos tiempos difíciles, oscuros, la música es clave. “Es un lenguaje universal. Creo que los espacios culturales brindan un espacio de reflexión, de contemplación, de encuentro, y eso es fundamental en estos tiempos divisorios, muy complejos. Soy muy optimista, el optimismo me lo da la música, estos mismos proyectos, estos mismos encuentros. Son puentes que se tienden en momentos en el que los puentes prácticamente se están rompiendo, creo que es fundamental que la cultura sea vista como una herramienta importantísima que geste puentes y construya espacios de encuentro. Toda esta música tiene un mensaje muy poderoso, reivindicativo, de identidad”. A sabiendas de que muchos de los oyentes no tienen conexión con este tipo de música, no forma parte de sus bases culturales, cree que conocerla, identificarla, puede ayudar a “crear un futuro de amplitud, de lo que debe abarcar el arte y las instituciones artísticas”.

Ha sido el propio director quien ha decidido qué mujeres le acompañarían esa noche, pero ellas le han ido proponiendo una selección de temas que han ido dilucidando entre ambas partes (en la primera noche, cada una de ellas cantó una canción, en general una de otro músico, desde Silvio Rodríguez a Don Omar, y otra propia). Para él, que en su casa se crio escuchando música como la salsa, reencontrarse con géneros así ha sido un regalo, parte de su evolución personal y profesional. Fue buscando nuevos espacios cuando se decidió por este ciclo de Canto en Resistencia, y también cuando tuvo claro que quería a seis mujeres sobre el escenario. No ha sido casual.

“Estamos en un momento de evolución y reivindicación y todas estas grandes artistas representan esa evolución a través de su arte. Y el arte al final es una expresión del espíritu y del alma”, reflexiona, afirmando que el proceso para escogerlas fue “muy natural”. “Cuando las cosas se hacen con buena intención y al más alto nivel, las cosas suceden naturalmente. El repertorio hizo que hiciéramos un viaje musical a través de la canción protesta y latinoamericana maravilloso”, asegura. “Me parece fascinante que estas maravillosas artistas formen parte de este momento reivindicativo, de tantas cosas que no han estado en el sitio donde deberían estar”.