Luis Miguel: supuestos dobles, deudas alimenticias y una leyenda que para de crecer

EL PAÍS

ANTONIO ORTUÑO

De Luis Miguel se ha dicho y se sigue diciendo de todo. El baladista (que algunos exaltan a crooner) se encuentra actualmente de gira, con actuaciones abarrotadas de público, y, como cada vez que aparece en el horizonte, la gente no deja de voltear hacia él. Por eso es que sus entusiastas lo conocen como el Sol. Pero el reciente eje de los comentarios en torno suyo puede que sea uno de los más peculiares en su abultada carrera de mitos y rumores: ante la imagen de un Luis Miguel extremadamente delgado, con arrugas en la cara y movimientos más pausados de lo habitual, con que se encontraron aquellos que compraron los boletos para sus apariciones, comenzó a circular la especie de que no es el cantante, sino un doble, quien se encuentra saltando a escena para cumplir los compromisos ya pactados.

Y esta sospecha, ampliamente retomada por las redes y los medios estos días, revivió las declaraciones de un imitador argentino, Andrés Urrustarazu (cuyo nombre artístico es Andrés Rey), quien asegura haber sustituido a Luis Miguel en presentaciones realizadas hace tres lustros, ante un público desconcertado que no atinaba a saber si se trataba del original o no. Otras fuentes han deslizado que Urrustarazu podría haber actuado como reemplazo en más ocasiones. Según el imitador, habría sido el propio padre del cantante quien lo habría seleccionado para cumplir esa labor, hace más de treinta años, asombrado por el parecido físico entre ambos.

La mitología tejida en torno a Luis Miguel es inagotable. Desde la desaparición de su madre, la modelo italiana Marcela Basteri (de quien lo mismo se dice que fue asesinada en la Ciudad de México en los años ochenta, o que es indigente y se encuentra internada en un hospital mental en Buenos Aires) hasta la mala relación con su padre, el cantante andaluz Luisito Rey, quien lo arrojó al ambiente de la música pop desde la infancia y se encargó de su carrera hasta que Luis Miguel, al cumplir 18 años, le quitó el puesto de manager y lo alejó.

Desde sus numerosos, pero fugaces romances con mujeres de la farándula como Daisy Fuentes, Sofía Vergara, Mariah Carey, Araceli Arámbula, Stephanie Salas o Lucía Méndez, entre muchas más, hasta su estilo de vida lujoso pero cercano al de un eremita, alejado de las cámaras y rodeado de todo el hermetismo posible. “Somos misteriosos”, dijo a la prensa, con humor, uno de sus dos hermanos, Sergio Gallego Basteri, al referirse a la alergia familiar a la sobreexposición de medios. Muchas de estas historias, y otras del tipo, como sus recientes problemas económicos, a causa de adeudos y malas inversiones, fueron abordadas en un exitoso serial biográfico, si no propiamente autorizado, al menos tolerado por el cantante y su entorno, que produjo la plataforma Netflix y sirvió para relanzar la carrera del llamado Sol.

Aunque menor, una adición reciente a esta abigarrada mitología fueron las declaraciones de una de sus exparejas, Araceli Arámbula, quien lo denominó como “Rey Cucaracho” por las reiteradas omisiones del cantante en cumplir con la pensión alimenticia de sus dos hijos comunes. Las redes se llenaron de mensajes de solidaridad para con Arámbula, comentarios negativos hacia el baladista, y amagos de boicot a sus presentaciones en vivo. Pero todo quedó en amagos. Los boletos para la nueva gira de Luis Miguel se han agotado en cuestión de horas y no hubo un asiento libre en su regreso a la escena. Bolero mata “Rey Cucaracho”, al parecer.

Solo que, ahora, el Sol con el que se encontraron los fans incondicionales levantó dudas entre no pocos de ellos. ¿Original o copia? Un nuevo capítulo en un historial sin fin de chismorreos, leyendas y enigmas.