EL PAÍS
ELÍAS CAMHAJI
México. El médico Hugo López-Gatell se convirtió en una figura pública en medio de la peor crisis sanitaria en más de 100 años. México se preparaba ante la llegada de la pandemia y el entonces subsecretario de Salud emergió como un funcionario sobrio y de un marcado perfil técnico, que ofrecía certidumbre en un momento histórico en el que no se sabía prácticamente nada sobre el covid. A principios de 2020, Andrés Manuel López Obrador lo puso al frente de la respuesta gubernamental y de la comunicación ante el avance del virus. Fue también la cara que tuvo que justificar las reticencias del presidente a usar cubrebocas o a interrumpir sus actividades públicas. El vocero que explicaba a qué se refería el mandatario cuando sacaba una estampa religiosa que supuestamente lo protegía de los contagios. El coordinador de la campaña de vacunación. El pararrayos de todas las críticas, ya fueran justas, duras o viscerales. Más de 375.000 mexicanos murieron de covid-19, alrededor de 780.000 cuando se toma en cuenta el exceso de mortalidad, según datos oficiales. El lento regreso a la normalidad supuso también su retirada paulatina de los reflectores y de la sobrexposición mediática. En septiembre pasado, López-Gatell anunció su salto a la política, decidido a convertir su gestión frente al SARS-CoV-2 —el principal blanco de sus detractores— en su carta de presentación para aspirar a la candidatura de Morena, el partido gobernante, en la capital.
El destape ha abierto una contienda a tres bandas por la candidatura oficialista para Ciudad de México, que comparte junto al exsecretario de Seguridad, Omar García Harfuch, y Clara Brugada, alcaldesa de Iztapalapa, la alcaldía más poblada de la capital. Pero también ha encendido de nuevo los cuestionamientos sobre la respuesta de México ante la pandemia y si es demasiado pronto para que López-Gatell busque un puesto político.
Pese a las críticas y a las polémicas recientes, el exfuncionario defiende su salto a la política y su capacidad para defender el bastión que ganó Claudia Sheinbaum, ahora aspirante presidencial de Morena, en 2018. “López Obrador habla mucho del relevo generacional y yo creo que ahora nos toca a los demás cuadros —ya sea que vengamos de un origen científico o académico, como es mi caso, o quienes han estado en la vida política por más tiempo— ser responsables y apoyar a la doctora Sheinbaum para impulsar una transformación que no se detenga”, afirma López-Gatell a EL PAÍS, el miércoles por la tarde, en un hotel en el centro de Coyoacán.
La mayoría de las encuestas que se han publicado no le favorecen y ponen al frente a García Harfuch y a Brugada, cuando la contienda de Morena se acerca a instancias decisivas. El partido pretende anunciar al candidato a finales de octubre. “Tenemos información perfectamente creíble, incluso de las encuestadoras que han hecho trabajo contratado por Morena, que nos muestran que hay un empate técnico con García Harfuch”, asegura López-Gatell. Dice que es también el aspirante más conocido, con un 82%, frente a un 68% del antiguo jefe de la Policía en la Administración de Sheinbaum.
“Lo que hemos visto es una oleada de propaganda política disfrazada de encuestas”, revira sobre las casas encuestadoras que no le dan posibilidades y a quienes acusa de difundir información falsa y “aceptar pagos para poner a la gente en primeros lugares”. “A mí intencionalmente me desaparecieron de las encuestas, de estas casas no creíbles, cuando yo estaba ocupando segundos y, en algunos casos, primeros lugares de aceptación y de intención de voto”, agrega.
“Harfuch empezó a hacer una gran campaña, evidentemente con mucho dinero”, zanja sobre su competidor, a quien señala por apostar por “mucha parafernalia de visibilidad” y vincularse “con ciertos grupos de la sociedad que tienen poderío económico”. “Lleva aproximadamente cuatro o cinco meses haciendo este tipo de campaña”, insiste. Los dichos de López-Gatell sobre Brugada van en la misma dirección. “Lleva 10 meses en campaña”, dice. “No estoy juzgando si es bueno o malo”, comenta en ambos casos. “El presidente López Obrador lo ha dicho y cada vez que lo dice me siento muy orgulloso de seguir su ejemplo, que la política se hace de cercanía, se hace con el pueblo, para el pueblo y por el pueblo, y en esa política de cercanía está que uno no exceda las formas de propaganda hacia lo que tradicionalmente han usado otras fuerzas políticas en el lado de los adversarios”.
En el siguiente tramo de la entrevista, López-Gatell cuenta que tomó la decisión de postularse desde hace meses y que pidió permiso a López Obrador para dejar el Gobierno. “En el momento en que él me dijo de una manera prácticamente inmediata ‘qué gusto que un cuadro técnico profesional y político como tú dé este paso’, me lancé a darlo a conocer”, relata. “A mí me detienen en la calle para tomarme fotos, para aplaudirme, para abrazarme, para agradecerme el manejo de la pandemia y de muchas otras cosas, en promedio no menos de unas 100 personas por día”, dice sobre sus motivaciones a entrar en política.
— Muchas personas también son muy críticas de su gestión de la pandemia, incluso son viscerales, y creen que usted no debe postularse como aspirante. ¿Qué les responde?
— Me lo han preguntado todos los medios, sobre todo los medios corporativos. Me queda claro que los medios corporativos —las grandes televisoras, las grandes radiodifusoras, los medios impresos con tiraje nacional que pertenecen a los consorcios de las farmacéuticas, de la industria alimentaria, de la industria tabacalera porque también lo hay, de los intermediarios de la comercialización de equipos e insumos para la salud— lo que buscan es crear un clima de tensión.
Al ser cuestionado sobre las críticas a su gestión, López-Gatell rompe por completo con el tono que había manejado y estalla, pese a que el primero en hablar de su papel durante la crisis sanitaria es él mismo. Habla de una “animadversión virulenta y agresiva”, de “discursos de odio” y de presiones orquestadas por grupos de interés. “Desde el principio, me vieron como un enemigo”. “Cada vez que me atacan, y lo ha dicho el presidente repetidamente, quiere decir que vamos bien”, presume.
En los últimos días, López-Gatell ha estado en el centro de la polémica por las declaraciones que dio en otras entrevistas. Ciro Gómez Leyva debatió con él sobre la mortalidad en la pandemia y el exfuncionario acabó por decir que el diario Reforma, uno de los más críticos con el Gobierno, era su “lectura favorita”. Pepe Cárdenas le preguntó sobre si los deudos de los fallecidos votarían por él, pero tras una confusión, el médico disparó: “No, por supuesto, porque están muertos”. Con René Delgado acusó a su medio El Financiero-Bloomberg de ser parte de los “medios de manipulación masiva”. Quienes lo arropan festejan sus respuestas, quienes lo cuestionan lo tunden.
— Yo he visto esas entrevistas a las que se refiere y esa es una respuesta que usted ha dado en otros foros. Pero me gustaría saber qué le respondería a la gente que cree que es prematuro que usted busque un cargo público, dos años después de la peor crisis sanitaria que ha habido en más de un siglo…
— Ahí lo que sería interesante es escuchar a gente real. O sea, adscribir a un lado de la población a las personas que perdieron familiares cercanos o amigos y del otro lado, una hipotética población que no lo sufrió es una falacia, es una construcción de apreciación pública con intenciones políticas.
López-Gatell pone sobre la mesa que él también perdió a personas cercanas y que estuvo hospitalizado por covid, pero al final admite que “hay personas que están de acuerdo y otras que no”. “Este uso que me parece cada vez más ofensivo de la tragedia humana, del dolor, de la zozobra que nos causó a toda la humanidad una partícula biológica, un virus, con fines de politiquería y fragmentación, con este discurso de odio que tanto ha polarizado la sociedad mexicana, es cada vez más grotesco”, comenta. El exfuncionario pone como ejemplo que ese día visitó el mercado de la Merced y que “ahí las expresiones de simpatía popular son abrumadoras”. Señala que la “oligarquía de hasta arriba” y los grupos de interés “están desesperados”. Reprocha, una vez más, el “uso faccioso del dolor”.
— Usted ha afirmado que achacar al Gobierno todas las muertes que hubo por la pandemia es una falacia, pero ¿no cree que también es falaz achacar todas las críticas a una conjura de la “prensa corporativa” o de los intereses creados?
— Yo no lo hago así, no sé si EL PAÍS lo está haciendo así, pero nosotros no lo hacemos así.
—No, pero es lo que yo he visto en sus respuestas. Usted dice que son fabricaciones.
—Ah, bueno, bueno, pero usted lo que está poniendo ahorita es la idea de que todas las críticas están causadas por eso. Yo nunca he dicho eso.
Cuestionado sobre hasta dónde considera que llega su responsabilidad como máximo encargado de la pandemia o sobre si, más allá de todo el ruido, está dispuesto a hacer un ejercicio de autocrítica y hablar sobre lo que se hizo bien y lo que se pudo haber hecho mejor, él regresa a lo mismo. Insinúa que la entrevista parte de un “guion prefabricado”. Critica “una fijación con el tema trágico”. Se refiere a este periódico como una “corporación de desinformación sistemática”. Luego recula y dice que “es de los más decentes”. Deja “tareas” a su interlocutor sobre temas que ya fueron publicados en su medio. Y después, cuando se le pide respeto, niega que haya incurrido en ataques y descalificaciones. “Lo que quieren hacer sistemáticamente es llevarme a que yo hable de una reflexión en primera persona, como si en primer lugar no hubiera yo actuado con todo un Gobierno”, dice. “Ustedes me ponen como si yo fuera el creador de todas las fuerzas del mal y del bien del universo, y es un poco ridículo, con todo respeto”.
Al final, concede que la “minoría” que no está de acuerdo con su manejo de la pandemia “merece respeto, se debe proteger su libertad de disentir y se les debe escuchar”. En poco más de una hora de conversación, no reconoce ni un solo error en el manejo de la pandemia.
De tajo, se niega a hablar más del tema y pide que sólo se le pregunte sobre la capital. Pero cuando se le inquiere que lo diferencia de los otros aspirantes de Morena vuelve al tema de la epidemia. “Hugo López Gatell trae consigo varias cosas y algunas vienen de la pandemia y de la responsabilidad que tuvo y del trabajo que hizo en conducir la base técnica de la respuesta al covid”, contesta, en tercera persona.
— Dijimos que íbamos a hablar de la Ciudad de México…
— Claro, pero me estoy encaminando a ello. Porque aquí lo que está en juego es un valor fundamental. La libertad. Entonces, aquí a lo que voy es que empatan mis capacidades técnicas con mis convicciones sociopolíticas.
De vuelta en la exposición de ideas, López Gatell enlista su experiencia en la Administración Pública, su “habilidad política para generar consensos” y su “capacidad de diálogo” como sus principales atributos. También subraya que tiene “la ética, la honestidad y las convicciones profundas de un respeto a la verdad y al pueblo, idénticas a las del presidente López Obrador”. Desgrana cinco temas prioritarios en caso de ganar las elecciones: el acceso justo al agua, el trabajo en las causas-raíz de la inseguridad, el combate a la desigualdad, la atención de los problemas de los jóvenes y de las mujeres. Asegura también que va a acabar con la corrupción inmobiliaria y critica megadesarrollos como la Torre Mitikah.
— Se habla de que usted es el candidato de López Obrador para la capital. ¿Le gusta esa etiqueta o le pesa?
— Es un motivo de orgullo que la sociedad identifique en mí cualidades semejantes a las del presidente López Obrador. Por supuesto, lo digo con absoluta humildad porque nunca aspiraría a ser el nivel de líder político-social que él ha sido por muchos años.
“Yo no estoy buscando un hueso”, señala, en la recta final de la charla, sobre la posibilidad de buscar otros cargos. Acusa “una mentalidad muy pragmática” de algunos miembros de Morena con pasado priista y perredista, y asegura que cuando levantó la mano por la candidatura, hubo quienes buscaron “acomodarlo” en otros puestos. Finalmente, afirma que aprecia a Sheinbaum y cuenta que en una plática reciente ella le dijo que “si el pueblo no te designa, entonces sin duda alguna estarás en la transformación”. Morena definirá a su coordinador —su candidato, a final de cuentas— en una encuesta abierta a la población a ocho meses de las elecciones de 2024.