EL PAÍS
CAROLINA MELLA
Guayaquil. La muerte de Bella Montoya Castro fue declarada el mediodía del pasado viernes en el hospital de Babahoyo, al suroeste de Quito (Ecuador). Horas después, a las seis de la tarde, familiares y amigos se reunían en su velorio para darle el último adiós. Algunos se acercaron al féretro para dejarle flores, cuando “se escucharon unos golpes en la caja”, cuenta su hijo Gilber Barberán. En medio de la bulla de los invitados, tardaron en entender que los golpes los estaba dando Bella.
“Unos amigos pusieron unas flores encima de la caja, por la cara, hasta que nos dimos cuenta que era mi mamá: ¡Está viva!”, gritó Gilber. Lo primero que hizo Bella fue tomar una gran bocanada de aire y su cuerpo se incorporó en medio del asombro de la gente, que pedía que llamaran a una ambulancia. Los paramédicos llegaron unos minutos después, la sacaron de la caja, la envolvieron en unas sábanas y la trasladaron nuevamente al hospital.
La mujer, de 76 años, se había sentido mal la madrugada del viernes y por eso su hijo menor la llevó al hospital Martín Icaza, que está a una hora y media de Guayaquil, en la Costa ecuatoriana. La ingresaron por un accidente cerebrovascular, según informó el Ministerio de Salud de Ecuador, y pasado el mediodía un médico de la institución le informó a Gilber que su madre había fallecido. El doctor le entregó un documento para iniciar el trámite. La causa de la muerte fue un paro cardiorrespiratorio, según el acta de defunción. “Algo me decía que no estaba muerta y pedí verla, pero no me lo permitieron”, asegura el hijo. El cuerpo fue retirado por la funeraria.
El Ministerio de Salud ordenó la conformación de un Comité de Auditoría Médica para evaluar las responsabilidades “ante la supuesta confirmación de la muerte”. La paciente, que fue trasladada de inmediato a un centro médico desde el velorio, se encuentra hospitalizada en el área de cuidados intensivos en la misma institución que declaró su fallecimiento. Su diagnóstico es reservado y su hijo asegura que los médicos no le dan muchas esperanzas de que sobreviva, pero sí le han pedido paciencia. “Ahora ella tiene pulso y su corazón late”, dice Gilber.