EL PAÍS
PABLO FERRI
México – La guerra ha vuelto a Culiacán este jueves, tras la detención de Ovidio Guzmán, hijo de El Chapo y líder de Los Chapitos, una de las facciones del Cartel de Sinaloa. Presuntos integrantes del grupo criminal provocaron el caos en la capital del Estado de Sinaloa y en otras ciudades, con balaceras y bloqueos, despojando de sus vehículos y móviles a conductores. Los aeropuertos más importantes de Sinaloa cerraron y algunas carreteras estuvieron cortadas, con camiones y tráileres cruzados, envueltos en llamas.
La última hora de Ovidio Guzmán, en vivo
Testimonios recogidos por EL PAÍS dibujan un panorama de terror en la capital, donde manadas de criminales armados, en moto o a pie, jugaban al gato y al ratón con las autoridades, tiros de por medio. Roberto, un pintor que ha salido de casa poco antes de las 10.00, explica que los criminales le han quitado su coche a punta de pistola: “No sé cómo será un sitio de guerra, pero yo pienso que es lo mismo”, dice.
Son escenas conocidas en Culiacán, que hace tres años y tres meses vivió un episodio parecido, motivado igualmente por la captura de Ovidio Guzmán. Entonces, el empuje de Los Chapitos forzó la retirada del Ejército, que había detenido a Guzmán en su casa, en el centro de la ciudad. Sus secuaces causaron el caos, con bloqueos, tiroteos y vehículos quemados y los militares liberaron finalmente al líder criminal.
En esta ocasión, las autoridades han conseguido su objetivo y han trasladado a Guzmán a la capital, pese al berrinche de Los Chapitos. La consecuencia de esta victoria es una ciudad aterrorizada. En una comparecencia ante los medios, el secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval, ha explicado que los criminales bloquearon hasta 19 avenidas, bulevares y carreteras, solo en Culiacán, cerca del aeropuerto, de la base aérea militar número 10, pero también en las salidas norte y sur.
Aunque el operativo para capturar a Guzmán ocurrió de madrugada, en un poblado a una hora del centro de la ciudad, Jesús María, los enfrentamientos y bloqueos se han empezado a sentir en zona urbana a eso de las 6.15 de la mañana. Juan, nombre ficticio, ha llegado al aeropuerto un cuarto de hora antes para volar a Ciudad de México. Había pasado los controles y esperaba en la sala de abordaje cuando de repente ha empezado a escuchar disparos.
“Han sido como cuatro o cinco ráfagas que se escucharon. Entonces, dije, ‘¿pues qué será?’, Me metí a Twitter a ver si alguien contaba qué pasaba, y de pronto veo que ya estaban reportando bloqueos, carros quemados. Y dije ‘uf, no, esto ya está cañón’. Luego llegó el avión y no sabíamos si íbamos a salir o no”, explica. Los trabajadores de la aerolínea les han hecho subir, pero el avión aún estuvo parado un rato en pista, sin despegar. “La gente ya estaba medio paranoica”, añade el hombre. Finalmente, despegaron.
Su avión ha sido uno de los últimos que ha salido este jueves por la mañana de Culiacán, que luego ha suspendido operaciones. En redes sociales han empezado a aparecer vídeos donde trabajadores y viajeros corrían a resguardarse en la terminal, ante los tiroteos . También han trascendido vídeos de disparos en las mismas pistas del aeródromo. En una de las secuencias más impactantes de la jornada, decenas de pasajeros de un vuelo que estaba a punto de despegar se echaban a tierra para evitar los impactos. El plomo ha alcanzado al menos a un avión de Aeroméxico y a otro, de las Fuerzas Armadas.
En las calles, la situación era muy extraña. Un periodista que vive cerca del Malecón Nuevo, en pleno centro, despertó y cuando miró el móvil, encontró varios mensajes diciéndole que no se le ocurriera salir. “Hablaban de un enfrentamiento en Jesús María, pero no sabía lo que estaba pasando”, cuenta. Su nombre no aparece en esta crónica por seguridad. “Durante la mañana recibimos reportes de colegas a quienes les robaron el vehículo, también el celular en algunas ocasiones. Ahorita es la incertidumbre. Ahora, después de la detención, empiezan a llegar mensajes de saqueos o de despojos”, narra.
Varios compañeros han sufrido lo que cuenta, reporteros que trataban de hacer su trabajo y que se toparon con grupos de criminales. Uno ha contado, por ejemplo, que los criminales le quitaron su coche y que luego se refugió en un hotel. Un grupo de individuos llegó más tarde al hotel a exigir a los huéspedes las llaves de sus coches. Otro ha narrado una historia parecida: criminales que le arrebataron su coche. No le ha quedado otra que seguir trabajando a pie.
Otros ciudadanos han sufrido despojos parecidos. Roberto, el pintor, cuyo nombre verdadero tampoco aparece en esta crónica, ha sido una de tantas víctimas de robos a mano armada en las calles de la ciudad. El hombre ha salido de su casa pasadas las 9.40 de la mañana. Había escuchado algo en las noticias, pero no pensó que fuera a afectarle. Se equivocó.
Las imágenes de la ola de violencia en Sinaloa
“Iba yo cerca de un bulevar que se llama Agricultores, cerca de la escuela veterinaria de la Universidad. Es un bulevar que abarca muchas colonias y que nos da acceso al centro y está cerca de la salida a Mazatlan”, cuenta. “De repente, veo que siete u ocho muchachos estaban ahí en medio, todos con pistola en mano. Cuando llego, uno me dice, ‘¿qué onda viejo, dónde vas?. Yo le digo, ‘voy a trabajar’. Y me dice, ‘bájate y deja las llaves pegadas”.
El hombre no opuso resistencia. Salió del coche y se quedó mirando a los jóvenes, sin saber qué hacer. Unos metros más allá, vecinos miraban lo que ocurría. “Se sube el tipo a mi carro, parece que estaba nervioso, no podía prender, pero luego ya pudo. Otro que estaba fuera se fue hacia las dos personas que estaban mirando y les dijo, ¿qué están mirando?, así gritando. Y ha disparado dos veces al aire”.
Roberto se alejó corriendo hacia donde estaban los mirones, que le dieron refugio. Desde la casa, vio cómo los muchachos que le habían quitado su vehículo cruzaban otro en mitad de la avenida y le prendían fuego. “Desde la casa se miraba gente que pasaba, como sacando cosas de un supermercado que hay cerca, pero ya no era del problema, ya era pura rapiña”, zanja. El hombre ha vuelto a su casa, oculto en la batea de una furgoneta pick up. Por la tarde, unos vecinos se han ofrecido a llevarle.