EL PAÍS
JOSÉ SÁMANO
Doha – 17 DIC 2022. Como diría el castizo, Qatar será este domingo (16.00, La 1 y Gol Mundial) escenario de lo mejor del mundo Mundial. Dos bicampeones para desempatar, Francia y Argentina. Messi con/contra Maradona, historia de dos dioses. El privilegiado cerebro futbolístico de La Pulga frente a las turbinas que tiene por piernas Mbappé, que el martes cumplirá 24 años. Tan adelantado que ya tiene el trono que Leo lleva cinco Mundiales buscando.
El edadismo no es sustancial en el caso de Messi. A los 35 años, dos más de los que tenía el ya decadente Maradona al que la efedrina expulsó de EE UU 94, ha rejuvenecido de maravilla. Ahora, como El Pelusa, afronta su segunda final tras el chasco en Brasil 2014. Dos tuvieron algunos de sus recientes predecesores en el olimpo. El glorioso Zidane de Francia 98 dio paso a la amarga despedida de un Zidane desquiciado ante Materazzi en 2006. Del Ronaldo grogui de Saint-Denis al Ronaldo con doble ración de goles en la final japonesa de 2002 ante Alemania. A todos, al Maradona masacrado a patadas en tiempos de fútbol vietnamita, al Ronaldo crujido por las lesiones y al desconcertante Zidane, les salió cara y cruz. Queda CR, al que nunca le salió cara y se fue del Golfo a Valdebebas, aislado por los suyos, a lágrima viva y sin equipo.
Messi ya tuvo su cruz en Maracaná. La cara quizá en el majestuoso estadio de Lusail, a unos 15 kilómetros de Doha, la capital. El aforo, de 90.000 espectadores, será insuficiente para la demanda argentina, la originaria llegada desde Sudamérica, como para la local. En Qatar abundan las túnicas árabes con bufanda al cuello de Messi. Para el régimen catarí la final soñada, frente a frente dos de los tres hijos predilectos del PSG de su propiedad (Neymar fue exiliado por Modric). Eso sí, Mbappé no tendrá el mismo abrigo que Leo. La hinchada francesa, a tenor de los visto en sus duelos anteriores, estaría holgada con un 5% del estadio.
En los banquillos también hay mucha miga. A un lado, Didier Deschamps, a sus 54 años campeón del mundo como jugador y como técnico. En el otro banquillo, Lionel Scaloni, 10 años más joven, y con una carrera meteórica. Hace solo siete cursos dirigía al equipo cadete del Son Caliu balear. Hoy ya es campeón de América y tiene a tiro sentarse en la mesa celestial del fútbol argentino, como un suizo entre Menotti y Bilardo.
“Será importante la gestión emocional”, dijo el sábado el lacónico Deschamps, que también resaltó “el excelente estado de ánimo de Mbappé”. El técnico francés no fue demasiado explícito sobre el virus que ha afectado a varios de sus jugadores, aunque en el entrenamiento de este ayer ya se ejercitaron todos.
Scaloni sí confirmó que Di María, baja en partidos anteriores, “está para jugar”. El entrenador albiceleste, exjugador del Racing de Santander, Deportivo y Mallorca, entre otros, afirmó tener decidida la alineación titular. Pero no le dio relevancia: “Nuestra forma de jugar va más allá de cualquier sistema”.
Más concreto fue Dibu Martínez, el portero albiceleste. Lo tiene muy claro: “Ver bien a Messi nos da mucha energía. Decían que la favorita era Brasil y ahora dicen que es Francia, pero nosotros tenemos la ventaja de tener al mejor del mundo”. Tal es el blindaje y la devoción por Messi que, según los medios argentinos, dormiría antes de la final con el Kun Agüero. Su viejo amigo, con el que ya compartía habitación antaño, está retirado. Pero en Argentina, toda excepcionalidad por Messi se da por buena. Un marrón para el Kun. Que le pregunte al vasco Olarticoechea sus apuros y desvelos por compartir habitación con Maradona y que al genio le pudiera ocurrir algo.
¿A quién culparían?