Cuidado con los locos gobernantes

Cipriano Miraflores

El oficio para el manejo de las instituciones como el gobierno y el Estado, requiere de virtudes y especialidades como es fácil deducir, sin embargo, para el manejo del poder de las personas y de los grupos requiere de mayor especialización y amplitud en el oficio de la política. 

En ambos espacios debe estar el oficio de la operación política. En la defensa de la República se infiere un modo de la acción de la política, la defensa del Estado ante la posibilidad del manejo de un individuo o de un grupo para sus propios fines.

 Sin embargo, es prioritario nutrir las fuerzas del Estado ante la pérdida de libertad y de seguridad de la población. De esta manera, un primer objeto de la operación política moderna es fortalecer al Estado entendido como la asociación política de la sociedad para su propia conservación, autonomía y libertades. 

 La política, es bien sabido, que para conservar la República, se vale de principios, de valores, de la razón, de la justicia, de la ley, se vale ser eficiente, en cambio, para la conservación del Estado, solo vale ser eficaz, no hay de otra, los opositores cuentan, son demasiado peligrosos. Ante un loco gobernante que puede poner en peligro la misma existencia del orden político no caben miramientos.

 En la conservación de la República, existe una razón. La razón universal de la justicia, de la equidad, de la libertad, que necesariamente deben ser tomadas en cuenta a la hora de decidir, de legislar, deliberar, gobernar o administrar, es una recta razón.

 En cambio, la razón en la Razón de Estado tiene un carácter instrumental, es la capacidad de cálculo de los medios más adecuados para la conservación del Estado. Desde luego, que la Razón de Estado también puede pretender la conservación de la República bajo otros medios, pero cuenta la eficacia con que lo haga a partir del uso de los medios más acordes.

 El cálculo de los medios distingue a la Razón de Estado, el cálculo de los fines distingue a la política, ambas son útiles en el mundo moderno y ambas son materia de la operación política. La Razón de Estado le es propia saber de las pasiones, valores, principios y esperanzas de los hombres, a la política le es propia los cuidados de las instituciones, de las normas que hacen posible la convivencia política de seres tan disímiles.

 Aparece por esto el carácter persuasivo, de convicción, de responsabilidad, de vocación, para el mantenimiento de las instituciones y del buen uso de las normas, de su carácter valorativo, de la política, en cambio, la Razón de Estado, asume las cosas como son, al desnudo, a partir de la realidad se alza el dispositivo, del mecanismo, sea para resolver un problema o para controlar un conflicto. 

Los políticos de hoy se concentran en el manejo de los asuntos para conservar una República, estabilizar el gobierno, que se responda a las expectativas ciudadanas es el único horizonte, la acción administrativa del gobierno se asume como el mundo de la política, los principios y los valores fundamentales de la política sirven de referencia básica, no se alcanza a visualizar el grave conflicto de estar perdiendo el Estado.

 El proceso de pérdida del Estado es uno de los conflictos más importantes del mundo moderno, los datos sobre la desigualdad mundial, los grandes conflictos migratorios no son más que expresión de la decadencia de los Estados. 

La proliferación de la violencia en todas sus expresiones, del terrorismo, del narcotráfico, de la existencia de los gobernantes de los imperios que ponen en peligro la propia existencia humana, el mando sobre el poder mundial que tiene el capital especulativo, son los referentes básicos de la decadencia del Estado.