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EN UNA GALAXIA MUY, MUY CERCANA…
No está muy claro dónde vive Diego Luna (México, 43 años). Según la biografía que ha enviado su agencia reside en España. Pero él lo niega. “No, no vivo en Madrid, estoy en Londres. Ya me gustaría vivir en Madrid, ¿eh?”, dice. “Mi vida se centra ahorita entre Londres y muy poquito México”. ¿Pero con su pareja y sus tres hijos? ¿Dónde está su familia? “Eso ya es más complejo. Digamos que es la vida de otros y ya eso me lo guardo”.
En realidad da igual donde viva. Porque actualmente la ciudad importante para Diego Luna es Los Ángeles, donde están sus representantes. Todo pasa por ahí, incluyendo esta llamada de zoom desde Madrid que él responde en el coche que le devuelve a Londres desde el rodaje de la segunda temporada de Andor (“qué gusto pasar un rato hablando en español, me hacía falta”, comenta riendo). La serie del universo Star Wars le ha terminado de convertir en eso que en Estados Unidos llaman una celebridad de Clase A. Una estrella de verdad. “Creo que me di cuenta de la fuerza de Star Wars el día que salió la primera nota de que yo iba a ser el personaje de Rogue One, ni siquiera de Andor. Esa mañana amaneció con cámaras de televisión afuera de casa de mi papá. Le preguntaron desde cuándo me gustaba Star Wars. Y mi papá contestó: ‘¡Si nunca le ha gustado!’. Y dije, ‘Madre mía, este es el alcance de este proyecto. Ni siquiera he firmado un contrato y esas cámaras de las que uno huye van por mi papá afuera de su casa, que nunca lo han ido a molestar ahí’. Claramente, esto mueve una maquinaria a veces emocionante y a veces también muy perversa. Es un proyecto que, de arranque, levanta interés en el mundo entero. Yo nunca había sentido eso. Lo más cercano que había vivido en términos de alcance, me había pasado cuando trabajé con Spielberg [en La terminal, 2004] que tiene un eco global, pero nada comparado con Andor”. ¿Cuánto ha cambiado su vida este proyecto? “Dramáticamente”, responde.
Lleva en Londres desde noviembre y le quedan tres meses de rodaje. Eso si no se alarga por la huelga de guionistas que ha hecho que Tony Gilroy, el showrunner de la serie de Disney+, tenga que parar. Es el primer paro de la era del streaming y en el centro de la disputa está la cantidad que los escritores reciben cada vez que se ve un programa, serie o película en la que participaron. Teniendo en cuenta que en Andor, Luna, además de protagonista, se juega su propio dinero porque es productor ejecutivo, ¿Cuál es su opinión sobre la huelga? “Es la primera vez que me hacen esta pregunta, así que permíteme que me lo piense”, dice, y reflexiona unos segundos en silencio. “A mí me parece que es bueno. O sea, espero que tenga pronta resolución, pero hay que replantearse muchísimas cosas. El mundo, y esta industria en particular, están cambiando de manera rapidísima. Y hay que reformular las condiciones de trabajo. Ya no se puede pensar en términos de cine. Yo crecí pensando en cine, en historias que tenían un principio y un final, que duraban dos horas, que pasaban en una sala, que vendían o no una cantidad de boletos y que después se quedaban en una cosa que se llama DVD que podías comprar. Ese mundo ya terminó. Ahora está todo en una nube. Y en ese sentido a mí me parece que es muy, muy loable lo que están haciendo los escritores y escritoras. Solo espero que reciban respuesta rápida para que esta industria no termine muy golpeada y que el cambio llegue para que todas las familias que viven de ella puedan seguir haciéndolo. Pero, de antemano, siempre respeto lo que significa que un gremio se ponga de acuerdo. ¿Cómo Tony no iba a sumarse? ¿No sería absurdo? Esta serie trata sobre la insurgencia. Sobre cómo la opresión genera un despertar ciudadano y social. Sería muy contradictorio que no estuviera. ¿No?”.
Andor es la historia de Cassian Andor, espía de la Alianza Rebelde que aparecía por primera vez en Rogue One (2016), la historia de cómo se robaron los planos de la Estrella de la Muerte. El trágico final del filme fue una rareza en una saga que, desde que Disney compró la franquicia, se infantilizaba por momentos. En 2018 se anunció que Andor, el personaje que encarnaba Luna, tendría su propia serie en la que se contaría su vida antes de Rogue One. En 2022 se estrenaba la primera temporada. Sorpresa, el argumento profundizaba ese mismo camino. Por primera vez, los rebeldes no eran seres celestiales sin un ápice de maldad. Aquí, se pringan con una determinación casi fanática. El mensaje parece claro: las revoluciones, por noble que sea la causa, son sucias. “Cuando estás dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias y sacrificarlo todo se puede romantizar la historia, pero nosotros tratamos de, dentro de lo posible, aterrizarlo en algo realista. Y es imposible no hablar de oscuridad, de contradicciones morales, de constantes errores. Aquí el punto es: ¿Qué hacen unos y otros cuando se dan cuenta de que están equivocados?”. Habrá que esperar a 2024, cuando se estrenará la segunda y definitiva temporada, para saber la respuesta.
Diego Dionisio Luna Alexander apareció en España en 2001, cuando se estrenó Y tu mamá también, un largometraje del entonces desconocido Alfonso Cuarón. Estaba protagonizada por Maribel Verdú y por dos actores jóvenes, hoy tan unidos que parecen un animal bicéfalo: Gael García Bernal y Diego Luna. Es prácticamente imposible que se pronuncie el nombre de uno sin que siga el del otro. Son socios en la productora La Corriente del Golfo, pero sobre todo amigos, casi hermanos. Se conocen, literalmente, de toda la vida: “Hay una historia que creo que lo resume todo: Su padre actuaba en una función, Lástima que sea puta, de John Ford, que dirigía Juan José Gurrola. Mi padre hacía la escenografía. Mi madre hacía el vestuario y la madre de Gael trabajaba con ella. Gael nació durante los ensayos y yo durante la representación. De eso parece que deriva mucho de lo que nos ha pasado. La verdad es que es una obra que podríamos montar juntos”. Eso suena a bonito fin de ciclo. “Por eso no quiero hacerlo, porque suena a fin de ciclo”, concluye riendo.
Su madre, la artista inglesa Fiona Alexander, muere en un accidente de tráfico cuando él tiene dos años y a Diego y su hermana mayor, María, les cría su padre, el escenógrafo y arquitecto Alejandro Luna. Diego crece entre escenarios. “Supongo que a los seis o siete años dije, con toda la certeza y la seguridad que alguien de siete años puede tener, que yo era actor. Al principio quería jugar a eso que jugaban los adultos cercanos. Quería ser parte de ese ritual al que mi papá le entraba con tal seriedad. Y de pronto me encontré haciéndolo con todo el apoyo de mi padre. Es cuestionable si fue un acto de responsabilidad o de irresponsabilidad, pero siempre me dejó. También hubiera sido contradictorio que viviendo del teatro, y en el teatro, mi padre me dijera que no podía hacerlo. Tenía que ir a la escuela y a cambio podía dedicarle la otra mitad del día al teatro. Después vinieron la televisión y el cine y eso me mareó un poco. Pero también empecé a conocer gente, a sentirme parte de una comunidad y poco a poco fui encontrando mi camino. Y ya nunca paré”.
A los 12 años es estrella de la televisión mexicana. A los 16, deja de estudiar y se independiza. Un adolescente famoso, con dinero y viviendo solo parece en principio la receta perfecta para el desastre. “Pues sí, lo llevé mal, muy mal. Años difíciles, no te voy a decir que no. Entre la fama y esa libertad así como desenfrenada… pero nunca salí del todo de mi casa. Ya no vivía ahí, pero sentía que podía regresar y eso me daba seguridad. Mi padre creo que hizo las cosas bien, porque haber tratado de detenerme hubiera sido catastrófico”. Su padre, que falleció en diciembre, es un nombre recurrente en la conversación. “Tengo la fortuna de haber tenido una relación siempre muy abierta. Él no me decía qué hacer, me decía qué opinaba de lo que yo quería y eso siempre me ayudó. No quiero decir que no llegara a tocar los límites, pero siempre encontré la vuelta a un terreno más seguro. Y se lo achaco a mi familia y a la familia del teatro, porque se generaron núcleos de protección que me favorecían muchísimo. Tuve muchísimas mamás toda mi infancia y adolescencia. Mi madre murió cuando yo tenía dos años. Muchísimas actrices, directoras y mujeres del teatro se dieron a la tarea de cuidarme, de acompañarme y de estar presentes. Sentían como muy personal la ausencia de mi madre. Yo creo que eso me salvó”.
Daría para un libro describir la carrera de Diego Luna desde Y tu mamá también. Además de trabajar como actor para Spielberg, Van Sant, Korine o Soderbergh, ha producido; ha dirigido —su segunda película, Abel (2010) entró en la selección oficial de Cannes—; ha protagonizado Narcos México para Netflix y hasta ha hecho un programa, Pan y Circo, en el que cocina mientras junta a gente para hablar de temas complejos, como el cambio climático, el aborto, la migración, la democracia o el racismo. “Es un ejercicio parecido al periodismo, pero parte de la parcialidad total. Yo no tengo el menor interés en sonar imparcial, pero sí en estar atento y curioso de las opiniones que contrastan con las mías y, en el mejor de los casos, aprender. Pero yo tengo, ante todos esos temas, puntos de vista muy claros. Con mi equipo, primero encontramos el tema. Y en ese momento decidimos traer voces a la mesa que sumen desde ángulos que no necesariamente son los que uno comparte, tratando siempre de dejar a las voces tóxicas lo más lejos posible. Pero buscamos la confrontación de ideas. Porque en este mundo polarizado, ya ni tenemos ni acceso a ellas. Vivimos en esta burbuja que nos creamos a través de lo que consumimos, de las redes sociales y de repente pareciera que todo el mundo piensa como nosotros y es bonito e interesante salir al mundo y darse cuenta de que no es tan así”.
En 2022 protagonizó un monólogo en Madrid, Cada vez nos despedimos mejor, y dirigió una serie para Amazon Prime Video, Y todo va a estar bien, que parecen hablar de la misma cosa: la posibilidad o imposibilidad del amor romántico. “Me obsesiona tanto ese tema… A los dos años perdí a mi madre, y luego mi padre tuvo un sinfín de relaciones en su vida y me tocó ir viviendo eso. Brincando con él de una a otra y cuestionándonos constantemente eso que los demás llamaban familia. Que en mi caso no se parecía en nada a la de mis compañeros en la escuela. El núcleo no significaba lo mismo. No se podía describir de igual forma. También pasa algo muy bonito que es que, en este mundo que a veces parece ir demasiado rápido, también hay muy bonitos ejemplos de gente encontrando nuevas formas de amarse. Algo que, en lo que hago, creo que es muy importante. En esto de contar historias, el amor está ahí, siempre ahí. Y si de pronto hay estas nuevas formas y estas nuevas estructuras, pues reflexionar sobre ellas creo que es lo que corresponde”. ¿Cuál es su forma favorita? “Si algo tengo claro es que no me gusta, no me hallo, en la soledad. Definitivamente. Me gusta lo que tengo ahora. Ahora estoy muy bien en ese sentido. Estoy muy contento y eso me tiene feliz, la verdad”.
Hay un concepto que repite hablando de dirigir, actuar o producir: libertad. Tener la libertad de hacer lo que quiere. ¿Cómo de libre es ahora mismo? “Ahora me siento profundamente libre, la verdad. Como nunca en la vida. Estoy a punto de llegar a un destino que me tracé hace ocho años [cuando firmó Rogue One] sin saberlo del todo, pero hace cinco con plena conciencia. Y ya lo veo. En agosto termino como actor, después quedo un año más como productor y ahí se acaba. Eso me hace sentir muy pleno, y muy libre, porque me queda la vida por delante, porque tengo mucho por hacer y porque he acumulado muchos intereses en estos años”. El coche lleva parado un rato. Aparece un mensaje en pantalla: hay que ir terminando, dicen desde Los Ángeles.