Hoy, las emociones y el corazón están secuestrados por los extremismos.

Juan Manuel López García.

En 2021, el historiador argentino Pablo Stefanoni escribió un provocador ensayo que se titula: ¿la rebeldía se volvió de derecha? En el libro, Stefanoni demuestra cómo los jóvenes están siendo el motor del crecimiento de la extrema derecha en el mundo occidental. Como los jóvenes pasaron de portar camisas del “Che” Guevara o lucir con alegría la hoz y el martillo, a comulgar con la libertaria Gloria Álvarez o pedir libertad para portar armas, normalizar la homofobia o incluso el racismo. ¿Qué pasó para que la progresía sea vista como establishment y los ultras como disruptivos?

Comienzo por admitir un error de aquellos que nos consideramos progresistas. Que creemos que el motor de la historia política debe ser la conquista de mayores derechos, más justicia y más libertades sin importar cuanto dinero tenemos en la cartera. Nos hemos dejado engullir por la política identitaria como explicación de todo. Mientras los progresistas hablan todo el maldito día de raza y género, la ultraderecha se ha encargado de hablar de los problemas reales de la gente. Y no sólo la ultraderecha, los populismos como el de Andrés Manuel López Obrador lo hacen. La progresía, como bien sostiene Stefanoni, dejó de significar un horizonte. Los movimientos políticos que están arrasando en las urnas -que no tienen nada de nuevos- sólo señalan una tierra prometida: la destrucción.

El spot de Javier Milei en donde destruye la Casa Rosada de Buenos Aires tiene una tremenda carga simbólica. La motosierra es la alegoría del cambio de época. No se conforman con reformas o con modificaciones, hay que echar todo abajo. En eso, Milei y López Obrador caminan de la mano. López Obrador no ha construido nada en México. Su agenda ha sido la destrucción masiva de las instituciones de la república. Reemplazar el mínimo estado del bienestar construido en el país por un cajero automático que distribuye dinero. El sueño húmedo de Milei.

¿Para qué escuelas públicas? Mejor damos vales. ¿Para qué hospitales públicos? Mejor que cada uno se pague lo suyo. México ha reducido la pobreza a través de una política de transferencias económicas y revalorización de los salarios. No obstante, en el futuro, no habrá red de contención social si enfrentamos una crisis. Como pasó en 1995, una pequeña ola crítica será desastrosa para esos nuevos no pobres que serán pobres de nuevo si dejan de cobrar una quincena. La izquierda siempre ha creído que el Estado debe crear una red de protección para los más desfavorecidos. Eso cuesta y es la solidaridad de los unos con los otros. Son los impuestos. Transferir el estado a cachitos es ultra neoliberal. Milei promete privatizar todo; pues, bueno, López Obrador también lo hizo, pero a manos de los militares.

Hay detrás de la destrucción que prometen estos demagogos un concepto que sirve para todo: la libertad. Qué bella palabra. La libertad ha inspirado prácticamente todas las luchas de la humanidad. ¿Quién en su sano juicio puede oponerse a un candidato que nos promete ser libres? Libertad ha sido utilizada por el neofascismo italiano y español. Por la ultraderecha colombiana y chilena. Por el militar Bolsonaro. La libertad de Milei es una hipocresía manifiesta de alguien que se ha pronunciado a favor de la dictadura militar de Videla y compañía que sembraron el terror en la Argentina hace poco más de 40 años. Esa libertad que se compra como una mercancía en el supermercado. La libertad de vender todo: la salud, los órganos, los cuerpos. Es libre quien lo puede pagar. La libertad negativa, sobre la que teorizó el gran Isaiah Berlin.

La historia siempre termina igual. Se entiende el hartazgo de los argentinos con la mafia peronista que sólo ha dejado precariedad, inflación y desasosiego. Se desbordó el hartazgo con la política tradicional. No obstante, los argentinos ya vivieron esto. Diría Marx: la historia se repite primero como tragedia y luego como farsa. Los argentinos se emborracharon con el discurso de potencia mundial de Carlos Menem. Toda aquella farsa concluyó con el país intervenido, una deuda gigantesca y una política de austeridad que afectó gravemente a la clase media. Menem se ufanaba de la paridad del peso con el dólar y concluyó siendo el Salinas argentino. Esas promesas de destrucción siempre acaban en eso: tragedias sociales.

 El algoritmo está hecho para debilitar la moderación y fomentar la radicalización. Por ello el plan con maña que desde el palacio nacional impulsa junto con Dante Delgado a Samuel García el junior gobernador, quien entre estulticias, como video de cuchipandas, de cuestiones simples, su esposa la destacada influencer Mariana Rodríguez Cantú lo llevó al triunfo, y ahora van posesionándose en las redes sociales otra vez, lo que se pretende es quitar el voto joven a la oposición, que tal parece no coordina Xóchitl ese ángulo, que puede darle un batacazo ese sector, amén de que muchos jóvenes son siempre indecisos, y adolecen desconocimiento por la política y aberración a los políticos. Cuyo derrotero es el desmane. ¡Cuidado! 

Concluyo diciendo que los ultras están ganando la batalla cultural. Incluso la batalla estética. La destrucción como programa de gobierno es en sí misma la muerte de la política. Hoy, las emociones y el corazón están secuestrados por los extremismos.

Jugadas de la Vida.

X: Juanmalogar