REFORMA
Roberto Zamarripa
Cd. de México (07 mayo 2023).-
Así es el mexicano Peso Pluma, fenómeno musical del momento
La noche del 11 de marzo pasado en el cierre de su concierto en el Foro Sol, Grupo Firme invitó al escenario a Peso Pluma (Hassan Emilio Kabande Laija, Zapopan, Jalisco, 1999) para cantar “Siempre pendientes”, (canción con 29 millones de vistas en el video oficial de YouTube).
Vestido con el uniforme de basquetbol de los Bulls de Chicago, la camiseta con el número 23 de Michael Jordan, y los shorts bombachos por debajo de la rodilla, Peso Pluma arrancó con su voz aguda característica y el acompañamiento de guitarra, tubas y trombón:
“Siempre pendientes/ porque el gobierno es muy inteligente/ yo voy p’al frente/ que, atrás de mí, se ve un manchón de gente / Jota Ge Ele (JGL) / traigo en las cachas orgullosamente / mandan los jefes/ yo cuido el área, aquí nadie se mete/ en una Urus me salgo a pasear / diez camionetas se miran atrás/ cuido la plaza del señor Guzmán”. (Siempre pendientes)
La canción es un emblema de los denominados corridos belicones, corridos tumbados o de Regional Mexicano, como ahora eufemísticamente le dicen a los narcocorridos. La elegía de un jefe de seguridad del Cártel de Sinaloa.
Jota Ge Ele (JGL) son las iniciales de Joaquín Guzmán Loera y en cada concierto se corean por cantantes y fans. “Cuido la plaza del señor Guzmán”, es la rúbrica de la lealtad.
Peso Pluma ocupa la primera fila entre los intérpretes del género Regional Mexicano junto con Luis R. Conríquez y Natanael Cano en un vendaval que mueve a millones de fans en el lado estadounidense y mexicano por igual.
Grupo Firme va y viene. Coquetea y en sus presentaciones masivas administra el repertorio según el patrocinador. “Ya supérame”, es la canción del frenesí que va a todo volumen en la troca o en el cel.
“¿Qué parte no entiendes/ Cuando te digo que no?/ ¿La N o la O? /Tu tiempo se acabó/. Te juro que ya no te quiero ver/ Si de todos lados ya te bloqueé/ No sé cómo sigues pensando/ Que me tienes a tus pies /¡Ya, supérame!/ Porque yo ya te olvidé/”.
Una amable manera de decir por whats “me estás oyendo inútil” y una reivindicación del empoderamiento. A mi cuenta, y a mi corazón, ya no entras.
Grupo Firme es una de las locomotoras musicales que subvierte. Grupo gay friendly, binacional, querido, popular, masivo, Firme logró en el Zócalo el mayor concierto público con 280 mil asistentes y le mereció a los gobernantes de la CDMX la admiración por su arrastre.
Firme no hizo alusión a nada bélico ni narco. No llevó a Peso Pluma ni en su repertorio incluyó “Soy el ratón”, que suele interpretar en otras plazas sobre todo en Estados Unidos y que es la apología de Ovidio Guzmán, uno de los tres Chapitos.
En la utilización política del concierto del Zócalo, los gobiernos de Morena ignoraron esas “otras” razones del éxito. No los vaya a fichar la DEA. Prefirieron colocarlo en las repisas de la “revolución de las conciencias”
Peso Pluma si bien se cuece aparte logra acomodo natural con Grupo Firme y otras bandas que cantan la cotidianeidad de la violencia nacional. El Regional Mexicano o Corridos Tumbados, copa el terreno y domina a la audiencia digital y masiva.
En tres años, Peso Pluma se encaramó como un cantante (con su grupo) popular entonando las odas a Los Chapitos y su cártel, a quienes el Gobierno estadounidense considera principales enemigos y el mexicano persigue bajo la presión externa.
Una semana después del concierto con Firme, Peso Pluma lanzó “Ella baila sola”, canción melosa compuesta por Pedro Tovar del grupo “Eslabón Armado”, también del género narcomusical.
Sorpresivamente la pieza se fue a la cima de las escuchas de Spotify, las compras de iTunes, y la audiencia de YouTube. (Lleva 108 millones de vistas en un mes).
“Compa ¿Qué le parece esa morra?/ La que anda bailando sola me gusta pa’ mí/ Ella, sabe que está buena/ Que todos andan mirándola como baila/ Me acerco y le tiro todo un verbo/ Tomamos tragos sin peros, solo tentación/ Le dije/ ‘Voy a conquistar tu familia, que en unos días vas a ser mía’/ Me dijo/ Que estoy muy loco pero le gusta/ Que ningún vato como yo actúa”.
Frente a Rosita Alvirez, la última de Peso Pluma es ligue de sexto de primaria.
Rosita no me desaires/ la gente lo va a notar/ Pues digan lo que quieran/contigo no he de bailar/ echó mano a la cintura/ y una pistola sacó/ y a la pobre de Rosita/ nomás tres tiros le dio. (Rosita Alvirez)
A diferencia de narcocorridos que enaltecen el machismo, la violencia y el sometimiento de la mujer, “Ella baila sola” es una balada inocente. Tiene ternura el belicón.
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“El corrido tiene la característica de que no es ficticio lo que en él se refiere”, escribe Armando de María y Campos en La Revolución Mexicana a través de los corridos populares (1962).
“No se deja vagar a la fantasía, no se pone en juego la imaginación que forja hechos irreales, no aparecen en él las divagaciones abstractas de otra clase de composiciones poéticas; es la realidad misma a veces desnuda y descarnada, es la vida tal como se presenta, es el hecho de la actualidad o de ayer, que deja huella imborrable en la conciencia popular”.
Los corridos revolucionarios relataron la gesta de principios de siglo pasado y explicaron las diferentes reyertas y tanto muertes como sobrevivencias de caudillos. Había mucho que contar en el fermento de un movimiento social pletórico de creación.
Al paso del tiempo, la institucionalización nacional también ahogó la espontaneidad cultural. El corrido quedó como un testimonio folclórico.
El auge del narcotráfico en México, sobre todo con la exportación ilegal de mariguana a Estados Unidos, generó leyendas. Los bandoleros desafiaban entre la lealtad y la traición con socios, policías, militares y gobernantes. En 1974, Contrabando y traición, grabada en los inicios de la carrera de Los Tigres del Norte se convierte en el distintivo de las narcocorridos.
“Salieron de San Isidro, procedentes de Tijuana/ traían las llantas del carro/ repletas de hierba mala/ eran Emilio Varela y Camelia la texana”. (Contrabando y Traición).
Los Tigres del Norte fincan la primera parte de su historia en narcocorridos de referencia general e incluso con ciertas dosis de ficción.
“Chalino” Sánchez, un cantante sinaloense que emigró muy joven a Estados Unidos, donde se enroló en el tráfico de drogas para después hacerse el juglar de la adormidera, muere asesinado a los 31 años de edad cerrando con ello una etapa de narcocorridos de los pequeños traficantes.
Cuando crecen los cárteles en gran escala y unos cuántos grupos se reparten el País a partir del mapa trazado por los capos de Sinaloa se modifica también la industria musical que le rodea.
En los noventas del siglo pasado y principios del 21 despuntan artistas que interpretan canciones con referencias explícitas o relacionadas.
La guerra contra el narco y la expansión de la muerte generan ingredientes de una misma tonada. El narcocorrido recrea elementalmente las excrecencias regionales, serranas y también urbanas.
La abundancia es el motivo. Una relatoría de la acumulación y del lujo. Dinero, carros y por ende, mujeres. Los detalles los ponen los diamantes en las cachas.
Al narcocorrido le permeó la abundancia bestial. Los billetes parecen incontables, igual que las víctimas.
Cantan como si las apropiaciones del narco alcanzaran para todos. En realidad, los lujos son para unos cuantos y las reseñas de los cantos representan el anhelo del sicario.
La prisa es por superar la pobreza y dejar atrás a los que no se atrevieron a seguirme. Las ambiciones de riqueza en el narco se fundan en la eliminación del contrario.
Por eso las relatorías de las huídas del capo resultan atractivas. Nadie lo alcanza y si lo pillan ya será leyenda.
“¿Hay en los narcocorridos apología del delito y la delincuencia? Lo más conocido no es estrictamente ditirámbico, sino la recordación funeraria de aquellos que, con tal de subrayar su mínima o máxima importancia desafían la ley y no se inmutan a la hora de disminuir brutalmente la demografía”, escribe Carlos Monsiváis en Viento rojo (2004).
Valentín Elizalde (Jitonhueca, Sonora, 1979-2006) cantaba en fiestas de capos; lo ostentaba. Fue un cronista y una víctima del conflicto entre cárteles.
“Antes nomás se paseaban/ En unos carros del año/ Hoy tan solo se pelean/ Nada más por unos gramos/ Y solamente Dios sabe/ Lo que ahorita está pasando”. (Regresan los mafiosos).
Una canción que decía más por la apariencia que por su contenido le costó la vida en 2006 a Valentín al salir de un concierto en Reynosa, Tamaulipas.
“A mis enemigos”, supuestamente hecha por encargo de “El Chapo” Guzmán, fue la última interpretación de su vida. La mafia tamaulipeca no perdonó que la cantara en su territorio.
“Sigan chillando culebras/ Las quitaré del camino/ Y a los que en verdad me aprecian/ Aquí tienen a un amigo/ Ya les canté este corrido/ A todos mis enemigos” (A mis enemigos).
Gerardo Ortiz (Pasadena, California, 1989) fundó el Movimiento Alterado, para nuclear a los nuevos trovadores del narco.
A diferencia de Los Tigres del Norte más apegados al ritmo norteño con acordeón, Alterado se corre hacia la banda sinaloense donde predominan los metales, la voz ronca y la tambora.
Ortiz ha sido uno más que le canta a “El Chapo” a quien de plano enaltece con la canción “Primer Ministro”:
“Soy del rancho de La Tuna/ cerca de Badiraguato.. / y desde aquel 12 de enero del 2001 recuerdo/ me les pelé pa mi rancho/ y de las cosas importantes/ que hoy existen en mi vida,/ el nivel de mis negocios,/ amistades de mis socios, / el calor de mi familia/ de mis hijos adorados/ sin olvidar a mis viejas pues soy muy enamorado/ el golpe de la famila como olvidar a mi hijo/ siempre lo llevo en mi mente como Ivan y Alfredito/ del Estado y mi gente/ hoy soy el primer ministro”.
Y cuando Ortiz publicitó Fuiste mía (2015), una supuesta canción de desamor cuyo videoclip recreaba el asesinato de una mujer, el tema le costó un arresto y multa para tranquilizar las conciencias de las autoridades que se rasgaban las vestiduras con la promesa de prohibir los narcocorridos.
Otro es el Komander (Culiacán, 1983) también del Movimiento Alterado quien le cantó a la segunda transición del narco mexicano donde los juniors tomaban el relevo.
“Mafia nueva sinaloense/ Pura plebada de arranque/. Carros de lujo y billetes/ Ropa de marca Ferrari/ Traen la herencia de los viejos /Comandando las ciudades./ De los 13 a los 18/ Me enseñé a jalar los cuernos/ De 18 en adelante/ Desarrollé mi cerebro/ Ahora ya son veintitantos/ Mi poder esta creciendo”. (Mafia nueva. Video oficial: 8 millones de vistas)
Monsiváis decía: “Los autores de los corridos de la Revolución se formaron en la rima y la acústica del romanticismo, y poseían cierto don metafórico; los compositores y letristas de los narcocorridos ni suelen disponer de los mínimos requerimientos técnicos, no pretenden la rima y más o menos las metáforas les tienen sin cuidado”.
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Hassan Emilio Kabande Laija nació en Zapopan, Jalisco, en 1999, de padre con origen libanés y madre nativa de Sinaloa. Estudió en colegios particulares y en la secundaria fue inscrito en el Instituto Miguel Ángel de Occidente, un colegio religioso de las Hermanas de la Caridad del Verbo Encarnado.
La preparatoria la cursó en el colegio SuBire, ubicado también en Zapopan por Residencial Solares. También pasó por el Colegio Inglés, uno de los más costosos en el área metropolitana de Guadalajara. No fue un niño estable en las escuelas.
Nunca pasó penurias económicas. Siempre le gustó la música y participaba en eventos escolares. Sin embargo, no gustaba mucho su manera de cantar y las propias autoridades escolares le daban discretamente la vuelta.
No fue un disciplinado aunque en ciertos asuntos resultaba tenaz. El principal: formar su grupo musical.
Le gustaba el futbol y llegó a enrolarse en las fuerzas básicas de las Chivas del Guadalajara, pero lo dieron de baja por no entrenar regularmente.
Era muy fiestero. En las escuelas los propios maestros corrían la especie de que su familia sinaloense tenía vínculos con gente del cártel. No se sabe públicamente si José Ramón Laija, “El Coloche”, detenido en 2015 acusado de ser secuaz de Héctor “El Güero” Palma fuera pariente de Peso Pluma.
El joven cantante refiere que en su niñez había un tío que seguía a Valentín Elizalde. Su familia materna es Laija. Pero hasta ahí.
Aunque el primer narcocorrido que escuchó a los diez años, según su relato, fue El encuentro de Los Alegres del Barranco.
“Por la carretera iban militares/ Por el otro lado gente bien armada/ No supe en qué parte, pero sé que fue…/ Entre Sinaloa, Durango y Chihuahua/ A quien tanto buscan por fin encontraron/ Al verlo de cerca no podían creerlo/ Era por quien ofrecen cinco millones/ Hay que darle el pase dijeron los guachos/ Es Joaquín Guzmán y sus talibanes”. (El encuentro)
En un relato hecho en el programa Soy Grupero, Peso Pluma refiere que de niño oía esas canciones y siempre le gustaron.
Según ese relato, su inmersión en la música fue con un tutorial de YouTube y le llevó tiempo combinarlo con el canto.
Peso Pluma venció su timidez. Del rechazo escolar ahora disfruta lo que siempre le gustó. Está en la cima de la popularidad en apenas cuatro años de exposición pública, tres de ellos eminentemente virtual, pues no hubo conciertos masivos en la pandemia.
Cuando le preguntaron en esa reveladora entrevista en el programa Soy Grupero (20/10/22) por qué canta corridos que enaltecen a “El Chapo” Guzmán, Peso Pluma, quien se hace llamar también Doble P, define que el asunto es tan sencillo como repartir pizzas a domicilio:
“Simplemente son corridos de encargo, es a lo que nos dedicamos, a escribir corridos. A eso nos dedicamos, a entregar nuestro trabajo”, respondió.
“¿A que le llamas corrido de encargo?”, le insiste el entrevistador.
“Un corrido que te manden hacer. Es normal en este género, es normal. Si no, no tendríamos contenidos, no tendríamos los corridos. Todos los artistas del Regional Mexicano que cantan corridos hay gente que le llama y de repente: ‘¿oye cuánto me cobras por este corrido?’. Nada, es tanto. Es mi trabajo. Te hago un corrido y te lo entrego.
“Es como uno que trabaja en un Rappi, jefe. Tu le dices: Yo quiero pizza sin champiñón, sin pepperoni. Y te va a llegar la pizza donde estés tú, lo que necesites. Es el trabajo del Rappi llegar”.
El entrevistador sigue: “¿Un publisher es el que te busca?: ‘Quiero un corrido que hable de El Chapo”.
Peso Pluma responde con tranquilidad:
“A veces son mensajeros; a veces son ellos mismos. Uno no sabe nunca pues, se trata de hacer lo mejor posible. Uno pide datos simplemente, lo escribe y se le entrega.
“Es normal. Esto no es nuevo. Existe desde hace mucho tiempo. ¿Cuánto tiempo tiene Los Tigres del Norte, Tucanes de Tijuana? Esto ya viene de hace años arrastrando. El que salga obviamente se va a topar con pared con esto. Es un tema que se sabe que es delicado. Es delicado porque se viraliza y se muestra por donde sea. Sé que a veces no es bueno que los niños vean esto; pero es una realidad, pero se tiene que mostrar, se tiene que ver”.
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Peso Pluma es un cantante postpandemia. Sus videos con millones de reproducciones se expandieron en la era del encierro y, cuando su irrupción presencial ocurrió en los conciertos masivos, tocó el cielo.
Ha conectado con una generación (la Z, para encasillarla) inmersa en la digitalidad. La pandemia los refugió en las pantallas y ahí consolidaron su reconocimiento.
El cantante de narcocorridos sorteó los filtros de sus antecesores y accesó con un solo click a la audiencia. Sus videos fueron subidos sin censura en medio de un ambiente de youtuberos y personajes virtuales que atosigaban, provocaban, divertían o se fugaban.
En otras épocas las tocadas de narcocorridos eran clandestinas o había que sobornar a autoridades para que dieran permisos para un concierto.
Ahora es cosa de subir la canción a la red sin necesidad de manager, de disquera, de porristas. Doble P tuvo dinero para sus computadoras y sus instrumentos. Subió sus canciones sin importarle el desprecio de sus maestros de la escuela.
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Pero Peso Pluma no es el único joven que recorre ese camino, aunque sí es distinto.
Santa Fe Klan (Ángel Jair Quezada), el rapero guanajuatense, ya le llevaba ventaja. A diferencia de Peso Pluma, Ángel Jair viene de barrio y sus rolas lo recrean.
En Así soy, canción con 342 millones de vistas en YouTube, Ángel escribe la biografía de la generación que puede identificar a un estudiante de secundaria de Celaya o de Salamanca que conviven diariamente con la pobreza, la extrema violencia, la impunidad.
Los damnificados de la guerra de “El Marro”, el mundo del huachicol y el narcomenudeo, la enorme pobreza en la zona del boom automotriz, la desigualdad que abofetea y mata.
“De la calle soy y en ella moriré/ Ando marihuano, tomando cerveza y ron/ Siempre andamos al millón/ bien puesto para el fiestón/ Nunca bajamos avión, mejor pónchate otro blunt/ Yo no pido permiso, yo mejor pido perdón/ Del pantalón bien aguado, ojos tumbados los más buscados”. (Así soy)
En Cuidando el territorio, de Beto Sierra, Santa Fe Klan ya habla del trabajo:
“Tengo laboratorios/ Para hacer envoltorios/ Cuento en el escritorio/ El más cabrón aquí soy yo/ Ando con tubos empotrados calibre 50/ Las camionetas llevan clavo, pura metralleta/ Ando jalando, el que me mira me saca la vuelta/ El que se acerca no la cuenta, a mí me vale verga”. (Cuidando el territorio)
Ángel Quezada nació en el barrio Santa Fe de Guanajuato, enclavado en los cerros de la marginalidad. Su niñez fue muy diferente a la de Peso Pluma y sus vivencias las recreó en raps que cantaba en las calles polvosas.
De la misma edad que el cantante jalisciense, Ángel inició a los 13 años con sus composiciones y juntó dinero para tener su computadora y sus herramientas de audio, después se metió a la cumbia, compró su acordeón y ahora es un ícono de la marginalidad juvenil.
En sus letras acomoda más el lenguaje de barrio.
El sociólogo Jesús Martín Barbero en Los medios a las mediaciones describía que en la cultura popular el uso del lenguaje se ubicaba en el extremo opuesto al de la información.
“Se juega con las palabras, se desplazan sus significados, se produce un desorden verbal mediante el cual se busca desconcertar al otro. Es la revancha contra un orden del mundo que los excluye y les humilla y contra el que las gentes del pueblo se enfrenta desordenando el tejido simbólico que articular ese orden. Des-articulación, confusión. Hablar rápido, mal hablar: es la transformación de la carencia en la argucia y de la situación en ocasión para imponerse o parodiar la retórica de los que sí hablan bien”.
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Peso Pluma tiene cara de niño y voz aguardentosa. Cuando adolescente, según recuerdan algunos de sus compañeros, no impostaba para parecer otro. Hablaba como niño tapatío. Ya joven le brotó lo sinaloense y lo integró con fuerza.
No parece ser un cantante del riesgo. Distinto al estereotipo torvo, contrastante con Santa Fe Klan o Komander, Peso Pluma cae bien y gusta.
Tiene un enorme carisma del desenfado. La generación sin filtro. Canta narcocorridos como si hiciera travesuras. Impuso una moda. La vestimenta es lo de menos, puede traer una franela de beisbolero, un sombrero o un casco.
Lo que importa es el peinado que ya puso de moda, conocido como wallet sin patilla y las partes laterales de la cabeza rapadas.
Un fleco de Príncipe Valiente, despuntado, y un discreto largo sobre la nuca.
Un corte que niñas y niños emulan, los futbolistas presumen, y las peluquerías perfeccionan aunque en casa parece fácil de lograr.
Encontró una forma simple de canto acompañado con guitarra y metales, sin percusión.
Peso Pluma en realidad es una minibanda, un cuarteto. Dos tubas que riman con la voz chillona del cantante. La lentitud se amolda y retumba. El sonido lento del metal acompaña las pausas en sus rimas sosegadas, pausadas que Doble P recita como si perdiera la memoria.
“Yo- voy- al frente y atrás de mí- se ve un manchón de gente. Jota- ge- ele, traigo en las cachas orgullosamente “.
La guitarra se acelera en los acordes y prende el baile desordenado del cantante que entonces suelta rápido las estrofas.
Mezcla hip-hop, con algo de rap, y mucho de lo que ahora se conoce como trap, rodeado de acordes de banda. Puede ser un estilo indefinible, no es lo que la audiencia exige.
La llegada al programa de TV estadounidense de Jimmy Fallon ya le dio la vuelta al algoritmo. Peso Pluma es único. La ha tenido más fácil que otros.
Pero sobre todo ha tenido una audiencia que resignifica sus mensajes y los acomoda para normalizarlos con la dramática realidad nacional.
Escandalizarse con los que canta resulta inútil. Es uno de tantos en una larga historia, aunque también es, sin duda, uno de los más exitosos. El narcocorrido no provoca violencia ni tampoco adicciones.
Por El Jefe de Jefes de Los Tigres del Norte no se desató la narcoviolencia después del 2006; o el consumo de fentanilo no es culpa de El Komander.
La hipocresía ronda por todos lados. ¿A poco Fallon no sabía que una de las canciones más exitosas de Peso Pluma es “Rosa Pastel” que promueve al polvo rosa, una de las drogas sintéticas más poderosas, y caras, que dominan el consumo?
Hay algo de racismo que beneficia la popularidad. Güero de ojo claro, sin tatuajes evidentes, rostro de plebe que no amenaza. Más parecido a Luis Miguel que a un rapero.
Santa Fe Klan, moreno y tatuado hasta el cogote, nunca va a llegar con Fallon a pesar que canta lo mismo.
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En abril pasado, el Presidente Andrés Manuel López Obrador tuiteó un reclamo a Estados Unidos luego de que el Departamento de Estado y la DEA apretaran a su Gobierno para detener el tráfico de fentanilo.
“Amenazan con invadir, venden armas de alto poder en sus tianguis, no hacen nada por sus jóvenes, padecen -lamentablemente- de la terrible y mortal pandemia del fentanilo, pero no atienden las causas. No les preocupa el bienestar, sólo el dinero, ni fortalecen valores morales, culturales y espirituales; tampoco limitan el consumo de drogas, por el contrario, lo fomentan hasta en el deporte. Es penoso y decadente”, reclamó.
En una conferencia posterior, cuestionó que en la NBA permitan a los jugadores consumir mariguana, algo que en el medio basquetbolero estadounidense (y también mexicano) fumarse un churro es como mascar un chicle.
La campaña persistente contra el consumo de drogas, todas, blandas y duras, ha marcado a la Administración federal mexicana.
El asunto fue a contrapelo de lo que la izquierda partidista y social, también una amplia corriente intelectual y académica, y recientemente muchos grupos civiles promovieron con la despenalización de la mariguana. Incluso la entonces Secretaria de Gobernación, y ahora senadora, Olga Sánchez Cordero, fue una entusiasta promotora de la iniciativa.
Al final, el tema del narcotráfico y las adicciones no ha resultado un tema cómodo y entendible para los políticos que ahora gobiernan.
Lo dominante en su discurso y prácticas es el enfoque prohibicionista que convive con una política de apoyo monetario con becas para estudiantes, la reconstrucción de algunos espacios físicos para recreación y deporte, entre otras medidas que resultan evidentemente insuficientes frente al dominio de los criminales de territorios, escuelas, mercados y sistemas financieros.
El criticado uso militar para el combate al crimen no ha sometido la narcoviolencia con altísimos índices de muerte y desaparición.
En un debate electoral en Coahuila, el candidato de Morena Armando Guadiana pidió a los jóvenes que votaran por su partido y a cambio les llevaría a Peso Pluma para un concierto. Gozoso, feliz por la puntada, el presidente de Morena, Mario Delgado, repitió la promesa en una conferencia de prensa.
Se vale soñar, porque Guadiana va abajo en las encuestas, y en el imaginario podríamos observar al candidato con su sombrero de Don Perpetuo ovacionado por miles de muchachas y muchachos a la hora que Peso Pluma cantara:
“Me la paso sembrando allá en el rancho/ Con los compas/ forjándose un buen gallo/ Para rolarlo/ Siempre en la voz de locos, si no lo rajamos/ Pa los vergazos/ Pero les diré que aquí en la bola solo y con mis amigos/Siempre la paso muy bien”. (Sembrando)
El tema no es la rola sino la incongruencia. Cada quien su playlist. El asunto es que en la 4T lanzan una cruzada contra los adictos y promueven las canciones que celebran el consumo.
Peso Pluma no sólo le canta a la mota. También a la droga cara y fulminante. En “Rosa pastel”, el cantante celebra el viaje con las drogas sintéticas como el “polvo rosa”, el “tusi” o la “cocaína rosada”, una mezcla de ketamina con otras sustancias.
“Allá por Ámsterdam, la muevo yo/ Y metemos gol, ya saben qué show/ Si se corona, pues ya me enfiesté/ Como se dice: Mijo, hágale, pues/ Ahí va una onza de rosa pastel/ Pa’ que se parche y dime qué es lo que es”. (Rosa pastel)
Peso Pluma crece a partir de 2019 como cantante en el sigilo del encierro de la pandemia. Es un artista de streaming y su gusto que se convierte en obligación generacional.
Sus videos y grabaciones que pululan en la red toman cuerpo en los palenques, los auditorios, las plazas, ante la ausencia de los grandes artistas del rock, el pop o el ranchero que ven su territorio amenazado por el Regional Mexicano.
Como antes ocurrió con el rap, el reguetón o el punk, géneros surgidos de los barrios, con sentidos contestatarios, que aturdieron y revolcaron el mercado musical.
De YouTube a Spotify. Libra las prohibiciones. Producto de la época que se entiende con una generación envuelta en el paradigma de la vida efímera.
Tener carro, andar hasta la madre, meras compañías adocenadas, sometidas. La conquista como acto adicional de poder. Nadie puede conmigo, ni los rivales en la violencia y en la venta de la droga, nadie tiene el mejor carro, y de esa ambición al machismo pleno.
A diferencia del corrido original que daba la noticia, informaba, recreaba y popularizaba la hazaña o la desgracia, el corrido tumbado ratifica lo que todos ya saben.
Ovidio el fregón que todo mundo vio en vivo obtener un salvoconducto en las narices del Secretario de Seguridad.
El acto supremo de la autoridad que dijo evitar una tragedia se convierte, por encargo, en la narrativa del héroe que se burló del Gobierno.
Pero hay algo más en el gusto y la preferencia. Destilan inquietudes generacionales de empoderamiento que convergen con la música de la narcoviolencia.
Corrientes musicales y artistas en la que las jóvenes y los jóvenes convergen y se refuerzan. Grupo Firme y la reivindicación gay; Rosalía y el empoderamiento de las jóvenes mujeres; Santa Fe Klan y el desafío del barrio, la manera de sortear sin dejarse vencer por las penurias.
En los corridos tumbados hay algo más que la mera reproducción de la narcoviolencia o el elogio a la ambición desmedida. Hay identidad generacional de quienes encontraron resquicios para expresarse, burlar la prohibición y la censura, empoderarse.
Y Peso Pluma le encontró el modo.