EL PAÍS
JAVIER LAFUENTE
Benito Martínez Ocasio se dirigió a la audiencia y preguntó: “What do you prefer? Me talking in English (¿Qué preferís, que siga hablando inglés) o español?”. “¡Español!”, respondió al unísono el público. “Entonces, ustedes mandan”, les contestó Bad Bunny a los miles de personas que bailaban reguetón con el puertorriqueño, cabeza de cartel del acaso mayor festival del mundo, Coachella, en el desierto de Indio, en California. A poca distancia de Los Angeles, donde el conejo malo participó en la ceremonia de los Grammys este año y vio cómo la televisión subtitulaba su actuación con un “speaking non-english; singing in non-english”, como si fuese tan difícil dejar la propia letra o incluso, si es que fuese necesario subtitular, escribir, ejem, “hablando en español; cantando en español”, no fuese a ser que alguien se preguntase de qué idioma se trataba.
Bad Bunny se ha convertido este fin de semana en el primer artista de habla hispana en ser cabeza de cartel de Coachella, donde también la rompió, como viene siendo habitual los últimos años, Rosalía, que se dirigió al respetable, de primeras, en español. Casi al mismo tiempo en que la artista catalana ponía a bailar Indio, en uno de los programas más reconocidos de la televisión estadounidense, Saturday Night Live, la actriz cubano-española Ana de Armas daba el monólogo de presentación de un programa en el que actuaba la cantante colombiana Karol G. De Armas se arrancó a hablar adivinen en qué idioma para explicar que nació en Cuba y que estaba a punto de convertirse en ciudadana estadounidense.
Todo esto ha ocurrido en los últimos días, pero hace un par de meses, también en SLN, el omnipresente Pedro Pascal, el chileno ―quizás no solo eso― más deseado del mundo, recordaba en su monólogo en el programa de televisión que si ha podido hacer todo lo que ha hecho en su carrera fue después de que sus padres huyesen de la dictadura de Pinochet; que en Chile siguen sus más de 30 primos a los que envió una cariñosa petición desde uno de los líderes de audiencia. ¿En qué idioma? El mismo en el que cantó Shakira junto a Bizarrap en el programa de Jimmy Fallon poco después.
La importancia del español, para algunos por lo visto “speaking non-english”, no es nueva, más de 62 millones de estadounidenses son de origen hispano, de los cuales el 70% utiliza el idioma en el ámbito familiar. Pese a que el altavoz de las voces es cada vez más sonoro, el camino por recorrer se antoja todavía bien largo. Días atrás, la actriz mexicana Karla Souza desató una polémica en las benditas redes sociales después de contar una anécdota en la que, pese a su aspecto de mujer blanca, rubia y de ojos claros, en la industria audiovisual estadounidense sigue siendo considerada parte de una minoría, es decir, entre afrodescendientes o hispanos, mayoritariamente mexicanos, y por eso recibe un salario menor que el de sus compañeros estadounidenses blancos. No hubiese estado de más, por parte de Souza, haber atinado en la forma en que lanzaba un mensaje tan importante, dando casi a entender que ella era una persona “de color”.
El de Souza y el de otros tantos que llegaron antes, no obstante, se tratan de un problema de élite. El español, lo hispano, lo latino, está apenas entrando en una nueva fase en Estados Unidos. Hay decenas de millones de personas que viven allá y otros tantos miles que al cabo del año tratan de alcanzar el país, que ni siquiera sueñan con esas problemáticas. Las discriminaciones y los problemas estructurales poco cambian con los años, pese a que los escaparates son cada vez más grandes y llegan más lejos los altavoces que recuerdan que no hay que tener miedo, que se puede decir y conjugar de mil maneras distintas, pero que “speaking non-english” es que habla en español.