Chicharrón y conchas de vainilla en la Última Cena del Cristo de Iztapalapa

EL PAÍS

CONSTANZA LAMBERTUCCI

México – 02 ABR 2023 – La mesa está servida sobre un mantel blanco de flores bordadas. Encima hay un copón de vidrio grueso con líquido oscuro en el interior, dos conchas de vainilla, botellas de refresco sin etiquetas y varias bolsas con ruedas de chicharrón. Cristo camina alrededor. Lleva el jean y el polo blanco apretados al cuerpo. Está serio. No cambia el gesto mientras pone la mano sobre los hombros de sus discípulos. Regresa al centro y pronuncia: “En verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar”. David González se ha ganado el papel protagónico. Busca al traidor, que está sentado a la mesa en una silla de plástico color gris.

El actor que hace de Judas no pudo llegar este sábado y otra persona interpreta el personaje. Es uno de los últimos ensayos de la representación de la Semana Santa de Iztapalapa. El domingo saldrán a la calle de la colonia y durante cinco días –domingo 2, martes 4, jueves 6, viernes 7 y sábado 8– interpretarán la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo más famosa de la capital. Serán miles de actores vestidos con trajes nuevos y pelucas. Habrá caballos; habrá ramas de olivos; habrá micrófonos para que el público los escuche desde lejos, porque será multitudinario.

Terminada la primera parte del ensayo, empiezan a repasar la Última Cena en el mismo escenario. Cristo alza una concha de vainilla, la parte a la mitad y la divide entre los apóstoles. La seriedad es máxima entre los jóvenes que están sentados a la mesa y también entre los que aguardan alrededor, pegados a los muros de la Casa de los Ensayos. Así se llama el espacio. Es una vivienda que la familia Cano Reyes presta desde hace 80 años para que los actores practiquen. El inmueble, de dos pisos, tiene un gran patio central, los muros internos pintados de verde manzana y las ventanas decoradas con herrería blanca en forma de flor. Se encuentra en mitad de un callejón.

Alfonso Reyes Ramírez llegó allí por primera vez a los 10 años y desde hace dos años es el presidente del Comité Organizador de Semana Santa en Ixtapalapa, el grupo de veteranos que coordina el evento. El primer papel que interpretó fue el de nazareno. “Antes ensayábamos aquí. En mi época, yo creo que los nazarenos éramos unos 100. Pero ahora la población ha crecido. Salen miles”, cuenta. Según el comité, este año hay al menos 3.000 personas registradas para participar, aunque después se sume más gente. La representación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo ha sido incluida recientemente en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de México; ahora buscan también el reconocimiento de la UNESCO.

“En 1990, participé para hacer de Cristo. No se me dio, pero salí de apóstol”, continúa Reyes Ramírez. El hombre también ha interpretado a Poncio Pilato, a los romanos que van a caballo, a Herodes, que le gustó mucho. A Judas lo hizo tres veces: “Hay veces que tarda uno en volver en sí. Había un señor que le decían el Vivis. Ese señor murió en el 92 de alcoholismo, el papel lo poseyó, decía que él era el Judas. También recuerdo a un azotador que decía que por pegarle a Cristo le iba mal y dejó el papel. Es la creencia, pero nosotros pedimos permiso. Es un respeto pedir permiso por lo que va a hacer uno”.

Apenas entrar a la casa, los jóvenes que acuden al ensayo pasan por la sala en la que está Reyes Ramírez. De las paredes cuelgan dos grandes retratos impresos de Juan Cano y Alicia Reyes, los dueños, ya fallecidos, y en una esquina hay un altar con mantel morado, veladoras, imágenes religiosas y dos coronas de espinas que se usaron en los ensayos y que ya no se pueden tocar. Los chicos pasan, saludan, se persignan y salen. Este sábado repasarán solo algunos de los pasajes de la Semana Santa. El último ensayo general –se hicieron cinco y cada uno duró alrededor de cinco horas– fue hace una semana.

Queda repasar las Bienaventuranzas –las promesas de felicidad celestial que hace Jesús a sus seguidores–, el arrastre de la cruz –solo un fragmento– y el milagro de la resurrección de Lázaro. David González, el Cristo, no se olvida ni una línea de su diálogo en dos horas. Con la misma entonación que se oye en las misas, pronuncia lo que dicen los Evangelios: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. Un canario, una amoladora y una cumbia se superponen a los parlamentos. Pero él gana la atención. Sobre todo la de una señora bajita que ha ido a ver a su nieta y filma todo con el celular.

David González arrastra la cruz en la Casa de Ensayos en Iztapalapa.

González, de 25 años, trabaja en un tianguis con su familia vendiendo cosméticos y perfumes. Pero desde enero ha dejado el puesto en el mercado ambulante para preparar el papel. Además de aprender sus líneas, ha tenido que entrenarse físicamente porque le tocará recorrer 2,5 kilómetros cargando una cruz que puede llegar a los 100 kilos. Los entrenamientos en el Cerro de la Estrella, donde será crucificado, han sido diarios y bajo el sol de las dos de la tarde. Pero eso no es todo, dice: “Debes de ir completamente concentrado en Dios, pedirle que te ayude. Te juro que así me he aventado el entrenamiento en dos paradas nada más”. Se refiere a dos paradas de descanso. Cuando arrancó, hacía hasta seis y el último día fue solo una en dos kilómetros.

Una cruz similar a la que cargará, enorme, de seis metros de largo por tres de ancho, reposa sobre una de las paredes del patio. La que él llevará fue donada por una familia de carpinteros del barrio, los Juárez, y no se conocerá hasta el día de la representación. Los jóvenes colocan la réplica en el centro para repasar un tramo del viacrucis. González la sostiene en el hombro, donde ya tiene un callo. Un romano azota a Cristo. Pedro, Juan y María, que van junto a él, reciben también latigazos. Las tiras que los golpean son de cuero. Cuando termine la escena se reunirán en círculo y se enseñarán las marcas rojas que les quedaron debajo de la ropa. “En dos días se quitan”, avisan.

Paulina García, de 19 años, interpreta a María. “Fuimos 15 señoritas las que nos presentamos y yo, gracias a Dios, quedé electa”, cuenta la joven, que estudia para ser farmacéutica. Cuando eso ocurrió, su madre estaba allí y lloraba. “Es muchísimo honor poder representar a alguien tan importante como es la Virgen y espero ser una digna representante. Todo lo hice consagrada a Dios”, dice. Como parte de la preparación, ella y el resto del elenco han ido cada domingo, de ocho a nueve, a misa. El desayuno para 70 corría a cargo del cura. “Mis compañeros y el comité se esfuerzan un montón para que todo salga muy bien y para que siga esta tradición. Espero que la tomen con muchísimos respeto”, pide.

Oriundos, sin tatuajes y solteros

La recreación de la Semana Santa de Iztapalapa se hizo por primera vez hace 180 años. Los habitantes de los ocho barrios de la colonia comenzaron la tradición para agradecer al Señor de la Cuevita, que según la creencia popular frenó en 1833 la epidemia de cólera que estaba matando a los vecinos. Desde entonces, nunca se ha suspendido, aseguran los organizadores. En los últimos tres años, por la pandemia de la covid-19, la representación se hizo con restricciones. Este 2 de abril volverá completamente a las calles durante cinco días. El comité no ofrece una cifra de cuánto cuesta la puesta en escena. Aunque la Delegación da algunos apoyos, la mayoría se financia con donaciones y con dinero que recauda el comité. Los actores pagan sus propios vestuarios con la ayuda de otros vecinos. En el caso de Cristo, por ejemplo, puede superar los 2.000 pesos entre peluca, postizos, túnica y huaraches.

Este año, ocho personas se presentaron para hacer el personaje principal. Suena a poco si se piensa en lo importante que es la representación para la colonia y el respeto que se tiene por la tradición. Pero es que los requisitos son muchos y muy estrictos. Por ejemplo, los actores deben ser “nativos y oriundos” de Iztapalapa. Reyes Ramírez explica: “Que sus abuelos hayan nacido aquí, que aquí les hayan cortado el ombligo, y que sean de tercera o cuarta generación”. “La otra: no tatuajes”, continúa el presidente. “Se les investiga, porque hubo una vez un Cristo que estaba casado; aquí es un pueblo y todo llega, y las redes también nos facilitan el trabajo. Tienen que tener la Primera Comunión. Igual las señoritas”.

Una mujer espera para presenciar el ensayo de la Pasión de Cristo.

González los cumplió todos y se convirtió en el segundo Cristo de su familia –el primero había sido su padrino en 1993–. “Muchas cosas en la actualidad están muy mal: la falta de valores, educación… Para mí eso es algo preocupante y esto es una bonita manera de poder dar un buen ejemplo”, dice y recalca, varias veces, que “nadie es perfecto”: “No lo soy, he tenido muchos errores como toda la gente, pero he intentado llevar mi vida por el camino correcto”. Después agrega: “Yo no soy alcohólico, no soy drogadicto, no tengo vicios y jamás me he exhibido ante la gente, no tengo yo nada que temer”. Su única preocupación, dice, es recordar los parlamentos.

El ensayo casi termina y uno de los hombres que dirige las escenas (son al menos ocho) muestra la misma concentración y compromiso que el resto. “Parece que ya la tenemos lista para el día de la representación”, dice y sonríe con recato. Ahora se dirige al elenco de jóvenes: “¿Nos ayudan a subir los bancos?”. Antes del domingo, el comité organizador empezará a sacar la escenografía a las calles. No hay aplausos ni vítores al terminar el repaso, solo una última oración. “Demos gracias por un día más de vida y esperemos que todo salga bien. Con un Padre Nuestro y un Ave María”.