EL PAÍS
CAROLINA PINEDO
Madrid – 21 SEPT 2022. La vigorexia o dismorfia muscular es un trastorno de salud mental que se caracteriza por la compulsión de ganar masa muscular y que afecta sobre todo a los varones entre 15 y 35 años. Esta enfermedad comparte similitudes con los trastornos de conducta alimentaria, como la obsesión por la imagen corporal, pero en este caso tiene que ver con el empeño “por tener un tamaño del cuerpo más grande, fuerte y musculado”, explica Santos Solano, doctor en Psicología Clínica y de la Salud, especialista en trastorno de la conducta alimentaria y obesidad en el centro ITEM de Madrid. Además, suele estar asociado a la práctica de ejercicio, sobre todo de fuerza, que acaba siendo adictivo. “Se estima que entre los varones que practican actividades para desarrollar la musculación afecta a un 10% de ellos y que, en la actualidad, lo padecen 20.000 personas en España”, añade el experto.
La vigorexia no es estrictamente un trastorno de conducta alimentaria (TCA), pero comparte muchas similitudes con enfermedades como la anorexia. “De hecho, originalmente, se llamaba anorexia inversa, porque aparece la obsesión por la figura, también hay una distorsión de la imagen corporal como en los TCA y suele afectar mucho a la interacción social, porque se prioriza ir al gimnasio o mantener una dieta estricta, y el hecho de salir con otras personas puede interferir en esa rutina rígida. Así que acaba por influir a nivel físico, psicológico y social”, sostiene Santos Solano.
Ciertas conductas pueden denotar que el adolescente está entrando en el terreno de un trastorno de salud mental asociado con su imagen corporal, el doctor Solano menciona algunas de ellas:
Mantener programas de entrenamientos muy rígidos, intensos y orientados al aumento del volumen muscular.
Aparece malestar y ansiedad cuando el adolescente no puede llevar a cabo su dinámica habitual de actividad física.
Cambios en el estilo de vida, que implican distanciamiento de muchas actividades cotidianas, como en la dinámica de las relaciones sociales.
Rigidez y obsesión con la dieta para eliminar la grasa y ganar musculatura.
Suele aparecer el consumo de hormonas anabolizantes para fomentar el desarrollo muscular, lo que conlleva un elevado riesgo para la salud, que crea un circuito adictivo.
Prevenir la vigorexia en adolescentes
La educación desde la infancia es fundamental para evitar trastornos de salud mental asociados con el culto al cuerpo. Para ello, conviene trasmitirles el mensaje de que “el ejercicio físico es salud y no tiene como objetivo esculpir un cuerpo perfecto. En este sentido, ayudan las actividades deportivas, grupales o lúdicas, y tener la supervisión de un entrenador profesional que esté capacitado para saber cuándo una persona comienza a desarrollar una obsesión, que sepa ajustar el ejercicio a las necesidades y capacidades del adolescente“, incide Solano. A ello, el doctor suma el hecho de que es fundamental que los jóvenes aprendan a seleccionar y ser críticos con el contenido que consumen en las redes sociales, “que les bombardean sobre qué comer o cómo debe ser su cuerpo”.
Los hombres también experimentan la presión por lograr un determinado aspecto físico que se acerque a los cánones existentes en la sociedad. Se prioriza cada vez más el “parecer y no el ser para conquistar el éxito y la aprobación de los demás”, explica Tristana Suárez, psicóloga y terapeuta Gestalt. “Esto pasa a ser un problema cuando la persona pierde su libertad en cuanto a sus pensamientos y percepciones”, prosigue la experta, “que pasan a ser cada vez más obsesivos, limitados y rígidos. Se traducen en una conducta estereotipada, orientada solo a aumentar el tiempo y eficacia de los entrenamientos, un comportamiento similar a la adicción a las drogas”.
El perfil del adolescente vigoréxico solía caracterizarse por tener experiencias previas de “vergüenza o ridiculización sobre su aspecto físico y el logro de musculatura y fuerza era una forma de compensar y resarcirse de aquellas vivencias”, sostiene la psicóloga. Según informa, en la actualidad, ya no es necesario que alguien externo venga a humillar o burlarse, porque ya casi todos los adolescentes lo hacen por sí mismos al compararse constantemente con las imágenes que consumen y reciben diariamente: “Como casi siempre, la frontera que empieza a indicar peligro tiene que ver con la cantidad y frecuencia. Por ello, conviene animar al adolescente a hacerse preguntas como cuántas veces al día piensa en su forma física; cuánto tiempo diario y semanal dedica a ello o si aparecen sentimientos de culpa cuando no cumple con las exigencias de su entrenamiento físico”.
El adolescente vigoréxico sufre, porque lo que comienza por provocar un “intenso sentimiento de poder y control se redirige hacia una tiranía de la que ya no es fácil escapar”, incide Suárez. La persona se identifica tanto con ese tirano interior que apenas puede percibir el malestar y el daño que se va produciendo en su vida, donde se vive en una constante insatisfacción, imposible de acallar por más esfuerzo que se haga: “El mejor antídoto para entrar en esta dinámica es el amor incondicional de los adultos de su entorno, como sus padres. Se trata de brindárselo por ser tal como son, porque la lógica que subyace en este tipo de trastornos, es que cuando consiga el cuerpo perfecto le querrán o se querrá. Esas son las condiciones; esa es la trampa”.