Mtro. José Ramón Ramírez Peña
El objeto de la presente reflexión es problematizar de forma breve la relación entre el(la) docente y el(la) discente en el contexto de la Globalización.
Una conceptualización de esta interfase, desde un ángulo de la Filosofía y Pedagogía Crítica, no convencional, sería que dicha relación está entretejida por el acto educativo, acto que implica acción, una actividad completamente práctica; educativo que implica transformación, no es un fin o producto, sino en su raíz es experiencia en sí misma. Fernando Bárcenas (El eterno aprendiz, 2016) termina él subrayando “no se trata de aprender a hacer con mayor destreza o habilidad esto o lo otro sino en aprender a ser a la vez autónomo y partícipe civilizado de la vida humana”.
Pero la Pedagogía convencional y la Ciencia de la Educación en la década de los años setenta consideran que el acto educativo, al contrario, es en sí mismo un producto y un fin.
Es importante mencionar que hay un gran debate a finales de los años sesenta en la tradición francesa sobre la ciencia y ciencias de la educación en donde se manifestaba el desacuerdo entre el objeto de estudio, por un lado, la inteligencia como un proceso cognitivo de forma aislada y por el otro lado, la confluencia entre la psiquis y la cultura. Así lo analizaba Armando Zambrano Leal (2006).
Hasta la fecha el debate persiste, pero a partir de la década de los años ochenta apoyada por los avances y resultados de la Psicología Cognitiva, fue cada vez más dominante el observar el acto y hecho educativo como un producto final. El nuevo enfoque por competencias analizaba el acto educativo como un producto que tiene una hechura, una elaboración, una técnica, podría estudiarse objetivamente su proceso de elaboración, por lo tanto, también medirse, evaluarse y mejorarse. Es decir, interpolando la jerga de la Teoría de la Empresa, este curso o sucesión de actividades podrían diferenciarse y trabajar en la calidad de sus insumos, para mejorar el logro educativo en un nivel o modalidad se debería proveer los mejores insumos educativos.
Wendy Brown reflexiona que en la época de la Globalización y su ideología Neoliberal hay nueve premisas que manifiestan el nuevo derrotero, se indicarán sólo dos (debido también al objetivo de este ensayo) que se refieren a la suplantación o conversión de la mano de obra, un factor de la producción, por el concepto de capital humano (primera premisa) y el espíritu emprendedor (segunda premisa).
Se analizarán cada una, primeramente, el sujeto se considera capital humano, cada unidad se valoriza constantemente, la escuela permitirá desde el nivel inicial acrecentar su valor, de esta suerte que obteniendo un grado y posgrado el rendimiento sea más alto, se esperan también remuneraciones más altas que el mercado asignará, en otras palabras, el sujeto es un capital empresarial, “la vida misma del individuo, incluida la relación con su propiedad privada, su familia, su pareja, la relación con sus seguros, su jubilación, lo convierte en una empresa permanente y múltiple” (Wendy Brown, Un pueblo sin atributos: la secreta revolución del neoliberalismo, 2016).
Otorgado este atributo del capital humano en el mundo educativo tanto la Pedagogía, las Ciencias de la Educación, la Economía, Psicología, Sociología de la Educación y las Políticas Públicas desarrollaron programas de estudio que fueron convergiendo en modelos pragmáticos que trataron, en primer término, de criticar los modelos de aprendizaje vigentes y, posteriormente, establecer nuevas concepciones del proceso de enseñanza aprendizaje, un proceso de enseñanza estandarizado, medible y evaluable.
Las nuevas concepciones de la Educación desde la UNESCO de Edgar Faure (1972) y Jaques Delors (1992), así como la cultura de la calidad en educación en la década de los años ochenta, fueron propuestas que involucraban ya concepciones eminentemente economicistas presentadas como un nuevo o la recuperación de un Humanismo. El aprender a hacer, a conocer, a ser y a convivir eran finalmente estrategias de una nueva profundización de la autonomía, del yo y su nueva forma de valorización del ser humano. Lo anterior posibilitaba la emergencia del espíritu emprendedor (segunda premisa) que remplazaba a la producción en general. El sujeto económico, homo oeconomicus, deriva en empresa comercial y emprendedor en donde lo característico de su comportamiento era la productividad. En el ámbito escolar serán sus logros académicos de conformidad a los estándares establecidos en cada nivel escolar.
Las escuelas, por lo tanto, debería acompañar este nuevo proceso, rejuveneciendo y trasformando sus viejas estructuras administrativas y académicas con el objetivo de revalorizar esta unidad económica de capital humano que desde temprana edad era cedida, después de un análisis costo-beneficio por parte de las familias a las escuelas.
Los insumos y materiales educativos en el proceso de formación de capital humano deberían ser óptimos y de calidad para que se llevara a buen término la valorización de un capital humano de bajo valor a otro de alto valor económico requerido por el mercado.
El insumo principal sería el profesorado que tendría que hacer una ruptura radical para su nueva tarea que consistía ahora, no en un saber enciclopédico, sino en administrar conocimientos, proveyendo información de calidad para la acumulación diaria de capital humano. La Tecnología Educativa debería entonces ser prioritaria para llevar a cabo este nuevo proceso de valorización constante del capital humano. En una sociedad del conocimiento y con una revolución digital en marcha, el ideal de toda institución era el transitar de lo presencial a lo virtual. La clave para comprender el ajuste radical en la enseñanza por parte de la Tecnología Educativa fue el aprendizaje electrónico o llamado e-learning.
Adreas Schliecher en su monografía: Excelencia en la enseñanza a través del aprendizaje profesional y la Reforma de políticas publicas, lecciones mundiales, publicado por la OCDE, en 2016 proponía lo que debería ser un docente, elaborando un estudio de prospectiva sobre la base de las encuestas TALIS y el enfoque teórico cognoscitivista. El docente para ser exitoso debería tener 1) conocimiento de un tema específico; 2) conocimiento pedagógico; 3) Nuevo conocimiento de las Ciencias del Aprendizaje (Neurociencias). En otras palabras, un experto en la enseñanza deberá saber una sola materia, eficaz en la trasmisión de conocimientos y adquirir nuevos conocimientos y procedimientos técnicos para su quehacer.
Antes de la Pandemia del Covid 19, a finales de 2019, seis de nueve tendencias globales de la Educación estaban relacionadas con la trayectoria tecnológica arriba señalada. Se citaran las nueve: 1) Educación Extendida: entendida como un proceso educativo no formal; 2) Inteligencia Artificial (IA) en la Educación, es decir la utilización cada vez más común de los Chatbot (chatterbots); 3) Pedagogías Verdes: relacionadas no solo a la concientización sino al análisis de soluciones globales al cambio climático; 4) Igualdad de Género: relacionado con la cultura de la igualdad y eliminación de las brechas entre hombres y mujeres, así como la creación de ámbitos de convivencia hacia las comunidades LGBT+. 5) Aprendizaje Adaptativo a través de la Educación Virtual y a Distancia; 6) La generalización de las “Soft Skills” o habilidades blandas en todas las escuelas y en todos los niveles escolares; 7) El desarrollo de las Neurociencias como la propuesta teórica clave para entender el acto y hecho educativo; 8) El Autoaprendizaje, también denominado ahora, Aprendizaje Auto-regulado que consiste en promover el interés y la motivación en procesos de enseñanza aprendizaje regulares dándole la responsabilidad a los y las estudiantes de acrecentarlo, de aquí se institucionalizó la emergencia de las tutorías; 9) La incorporación de los Entornos de Aprendizaje fundamentales para su adquisición y asimilación, en su mayoría innovaciones tecnológicas (Adrián Marcos, enero 2020).
Estas tendencias siguen estando vigentes, más aún se intensificaron con la Pandemia del Covid 19, por lo que significó el aislamiento y la necesidad, por parte de los países, de seguir otorgando la educación obligatoria. También es cierto que se crearon nuevas necesidades ante nuevos problemas educativos.
La conclusión a la que se llega es que en la Globalización a la par que se verifica la revolución tecnológica digital y se arribaba a la Sociedad del Conocimiento se redefinía la relación entre profesores (as) y estudiantes, esta relación en lugar de volverse una experiencia en sí misma, subjetiva, trascendental, experiencial, se transforma cada vez más en una relación objetiva que debe tratarse como una función de producción. La relación humana se cosifica, se vuelve una relación entre cosas, las personas: docentes y discentes deben “funcionar”; profesores(as) con competencias en la enseñanza, estudiantes con habilidades blandas y duras, adquiriendo sólo competencias genéricas y específicas. Se podría comentar, finalmente, que toda reforma educativa propuesta a nivel internacional desde la década de los años ochenta tenía como misión transformar dicha relación discente-docente con o sin consenso. Se ha cumplido con la autonomía, según Fernando Bárcenas y se ha tirado por la borda la concepción de seres civilizados partícipes de la vida humana.