Cipriano Miraflores
La internalización de las relaciones mercantiles ha invadido también a las relaciones políticas, de haber sido una de las ciencias humanas más nobles, su mercantilización la ha convertido en una de las más innobles por haberse corrompido.
La adaptación de la política a la corrupción, es uno de los fenómenos más graves que afectan al bien común. Este fenómeno nos debe obligar a vincular a la política con la ética, vincular la búsqueda de la eficacia con la ética y en su caso con la moral.
La política como un negocio, como inversión, es uno de los fenómenos de nuestro tiempo que se debe combatir desde un nuevo Maquiavelo visto desde el republicanismo y de los dispositivos del oficio político.
La política en su acepción clásica fue el arte de gobernar las repúblicas bajo los principios de la justicia y con base en la razón. La política tenía que ver con el Estado, las instituciones políticas, las normas del derecho, el político aspiraba ser un estadista y no sólo un gobernante, en el sentido de llevar la nave del gobierno a buen puerto.
Hoy la política tiene que ver más con el manejo de la gente, de sus aspiraciones, derechos y necesidades, es más gubernamentalidad que gobierno, tiene que ver con la especie humana que con sus instituciones, esto le llama Foucault biopoder.
La política enfocada a las personas, a la gente, a la población, el oficio de la política estará limitada a la especie humana. Esta generalización de la acción política como biopoder, hace posible la reconsideración de la razón de Estado.
Legislar y manejo de la ley, así como de su aplicación, para impartir justicia, se entendía y se entiende como gobierno. Conservar la República y nutrir sus fuerzas es, en el sentido más tradicional del término de gobierno. En cambio, el arte de conservar el Estado, se trata de conservar el poder que tiene una persona, o un grupo de personas sobre las instituciones públicas.
El arte del manejo de una República, entendido como gobierno, hoy se trata del manejo del poder de esa persona. Existe una diferencia radical entre el manejo de las instituciones para la realización de la justicia o en su caso del bien común y el manejo del poder de una persona o de las personas para permitir la dominación. En un mundo muy personalizado desde la óptica de la política.
El manejo del poder de una persona, que puede ser una persona física o moral, de un grupo o la representación de una clase, esta persona o este grupo, no necesariamente se ubica en el gobierno, sino que esta persona o este grupo maneja al propio gobierno sin ser gobierno o al menos ubicar a su representante en la toma de decisiones de ese gobierno.
La adquisición, la conservación e incremento del poder de esa persona o de ese grupo le es menester la utilidad de la operación política. Es la política a ras del suelo. Por esta razón es muy útil el entendimiento de la política como dispositivo, como mecanismo, sobre personas o grupos.
Esto plantea, desde luego, la profundización de la operación política y de tomar en cuenta la Razón de Estado como mecanismo para la conservación de la República ante la fuerza de los nuevos dispositivos y mecanismos de la política. Por ejemplo, el grupo que maneja el capital especulativo es una verdadera amenaza para toda República o el crimen organizado, inclusive el terrorismo.
Es claro entonces, que los dos manejos de la política implican dos formas diferentes de organizar la vida pública.