Como si fuese una ley inexorable de la historia de la humanidad, como una condena, se sostiene que la historia humana se distingue por la existencia de una minoría que gobierna, que manda, que se hace obedecer, y por la existencia de una gran mayoría que obedece, que se somete a los designios de esa minoría.
Este hecho que nace por la sociabilidad humana, que nace de la sociabilidad animal, porque el hombre no es sociable por ser hombre sino por ser animal. La necesidad de la dirección de esta sociabilidad nace de manera natural, por ejemplo, en la caza, que necesita de las destrezas del mejor cazador.
Con el aumento de la asociación humana, con la aparición de las ciudades, la dirección de lo colectivo se institucionaliza, la dirección se vuelve poder, ya no hubo la idea de servicio a la tribu, al clan, aparece la idea del dominio, del mandato y de la búsqueda de la obediencia.
Este dominio, tuvo la necesidad de legitimarse, al no bastar la fuerza física y las habilidades personales, primero recurrió a lo divino, a las fuerzas cósmicas, vale recordar que los primeros mandatarios fueron los sacerdotes, luego recurre a la soberanía del pueblo.
El recurso de legitimarse a través del pueblo, se tuvo la necesidad de establecer normas y procedimientos para la elección de los mandatarios. Al ser respaldados por el pueblo, estos mandatarios se sintieron con poder, con facultades para mandar, ya no con base a las ideas del pueblo sino de acuerdo con sus propias ideas.
Como recurso legitimador, para mandar de acuerdo con sus ideas, argumentaron que mandaban en nombre de una clase, de la nación o del pueblo.
Con lo anterior, hubo la necesidad de saber el cómo acceder, permanecer e incrementar ese poder. De cómo manipular al pueblo mediante argucias para conservar ese mandato.
Como es lógico, la Ciencia Política estudió, analizó las mejores maneras y métodos para el logro del acceso, permanencia e incremento de este poder de mando, el estudioso Maquiavelo es uno de los representantes de esta ciencia, el filósofo Hobbes dijo que el deseo de poder de mando solo se acaba con la muerte
En los inicios del capitalismo, este monopolio del poder de mando fue muy útil para los fines de este modo de producción, le ayuda hasta alcanzar la universalidad de las relaciones sociales capitalistas.
En esta colaboración entre el poder político y el poder económico, el poder de mando lleva la penitencia: se contagia de la esencia del capitalismo, el poder del dinero.
Se vuelve normal entonces que los representantes, además de poder de mando busquen el poder del dinero. Casi todo se corrompe. El poder público se vuelve carga para la población, para el pueblo.
No se puede evitar que exista una minoría en la dirección de la cosa pública, de los asuntos comunes, pero si se puede evitar que tenga poder de mando, no solo que mande obedeciendo como lo manifestaron los neozapatistas, sino que no lo tenga.
El poder de mando se vuelva, se transforme, en poder de servicio, en simple y llana administración pública que significa servir a.
Los grandes problemas públicos así lo requieren, baste mencionar el deterioro ambiental, los problemas de servicios básicos, de paz social, educación, salud.
Que nadie goce el poder de mando, necesitamos de personas públicas que sirvan, que estén sujetas a la población, no solo a esa entelequia llamado pueblo.
La mayoría deberá de mandar y hacerse obedecer.