Las personas que aspiran al poder, buscan lucirse, no en ser ni desarrollar su potencial, sus ideas, seguir sus sueños. Sólo quieren estar frente al reflector. Que triste, que agenda tan patética. Lo mejor es olvidase de la fama y los reconocimientos, ponerse a trabajar duro y seguir sus sueños, sus corazonadas.
Cuentan que el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari reunió el 28 de noviembre de 1993 a los dirigentes de los sectores del PRI (CTM, CNOP, CNC, etc.), en Los Pinos, para felicitarlos por haber elegido a Luis Donaldo Murrieta como el candidato de ese partido a la presidencia. Fue aquí donde el viejo “zorro”, Fidel Velásquez, pronunció su histórica frase: “nos adivinó el pensamiento, señor presidente”.
Cuatro meses después, a tan sólo unos días del asesinato de Luis Donaldo Colosio, con ayuda de Manlio Fabio Beltrones, integrante del comité nacional priísta, Salinas haría un segundo destape al mostrar un video de Ernesto Zedillo y destacar sus cualidades como posible relevo de Colosio. Y así fue.
En la historia de los destapes de la cultura priísta hubo episodios chuscos. Como en el caso del propio Salinas, cuando Miguel de la Madrid puso a desfilar a siete notables aspirantes y en la parte medular de su designación se colaron las iniciales: “SG”, lo que fue suficiente para que una marabunta se lanzara a felicitar a Sergio García Ramírez, cuando en realidad “el bueno” era Salinas de Gortari.
Íntimamente ligada con el ADN de la política mexicana y la cultura engendrada y acendrada por el PRI durante décadas, al apoyo desmedido y sin rubor alguno hacia un personaje o candidato, se le conoce como “la cargada”.
Una portada de la revista Proceso en 1987 cuando Salinas era apenas el precandidato, ilustra ácidamente el sentimiento que genera este desbordamiento. Aparecía el rostro sonriente de Carlos Salinas de Gortari, un par manos aplaudiendo y el encabezado “con usted, hasta la ignominia, señor precandidato”.
Animal político, el militante de un partido suele tener aguzados los sentidos y percibir hacia donde soplan los vientos y actuar en consecuencia. Una especie de “cargada” también se ha visto reflejada en la cantidad de priístas, perredistas y hasta panistas que abandonaron el barco para abrazar las filas de Morena, ahora que es un nopal con tunas.
Por eso, los episodios de los que hemos sido testigos en los últimos meses en las precampañas que no son campañas, son exactamente los mismos que hemos visto en las últimas décadas, incluso cuando el PRI vivía su era jurásica de partido hegemónico.
Que en Morena se haya volcado el aparato oficial federal y las gobernaciones morenistas en arropar a la favorita de las encuestas y del mismo presidente Andrés Manuel López Obrador, Claudia Sheinbaum, no es o tra cosa que la mítica “cargada”. Incluso muchos de los que se han sumado con singular alegría a apoyar a la ex jefa de gobierno de la Ciudad de México, tienen un pasado priísta y estas prácticas no les son ajenas.
Los que se lanzan a la “cargada” no reparan en habilidades, trayectorias, ni talentos. No importa si el otro ex jefe de gobierno (Marcelo Ebrard) tiene experiencia y capacidad de sobra, solo se fijan hacia donde están lanzados los afectos del líder.
Pero en el bloque opositor no cantan mal las rancheras. La renuncia de Santiago Creel a la cámara y luego a la contienda interna y la forma como el presidente del PRI, Alejandro “Alito” Moreno se sumó a la “cargada” del Frente Amplio por México a favor de Xóchitl Gálvez, dimitiendo su compañera de partido, Beatriz Paredes, a la contienda fue una jugada magistral para elegir candidata de unidad. Repiten una y otra vez que buscan mostrar una nueva forma de hacer política, pero repiten esta vieja fórmula. Y en Morena, desde el presidente López Obrador hacia abajo, insisten en que no son como los de antes, que no son iguales, pero mantienen los modos.
Por eso, como “la Cargada” sigue viva, inevitablemente me recordaron la canción del gran Silvio Rodríguez, “Serenata Diurna”, que reza en uno de sus estribillos: “… que no es lo mismo, pero es igual”. Así se reeditó la costumbre bufalina.
Jugadas de la Vida.
El Big Ben en Londres, Inglaterra, no es un reloj. Es una campana de 13.5 toneladas.
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