Juan Manuel López García.
La indiferencia de algunas personas ante la protesta o reclamación a un gobierno lleva a este a ensanchar sus acciones violatorias a los derechos ciudadanos; así ha pasado en varios países en los cuales, los habitantes al no verse afectados directamente por acciones abusivas de los gobernantes, cerraban oídos y puertas… hasta que llegó el día en que la puerta se derribaba de afuera para adentro de manera agresiva y demandante. Ahora mismo los mexicanos tenemos la oportunidad de manifestarnos libre, pacífica y democráticamente para protestar por los intentos de arrebatarnos a una de las pocas instituciones ciudadanas independientes y valiosas para la vida política: la que organiza las elecciones. Bien vale recordar la marcha por la democracia Con Maquío Cloutier, quien iba a pensar que después de todo lo pasamos por lograr el IFE- INE, en los ochenta, tendríamos que volver, ¡increíble!. Sin embargo, el actual gobierno federal ha mostrado su talante antidemocrático al criticar con calificativos indignos de un gobernante a quienes organizan, apoyan y se decidan a marchar en señal de inconformidad ante posible atentado contra una de las escasas instituciones que perduran.
No se trata de un movimiento partidista ni de grupos radicales o extremistas, sino de un limpio intento que garantizan la Constitución y las leyes locales: la de manifestarse en pro o en contra de algo que le interesa al ciudadano. Pese a la andanada de insultos e improperios, la manifestación tendrá el éxito esperado. Será una magna concentración en la Ciudad de México, según se percibe en las redes sociales, así como casi todas las ciudades del país cuyos testimonios ejemplares se verán en las pantallas y se escucharán de los comentaristas de noticias. Serán millones de voluntades que saldrán a defender la permanencia del Instituto Nacional Electoral sin que obsten posibles ajustes en su estructura que afecten su esencia.
La manifestación la promueve el llamado Frente Cívico Nacional y la Organización Unidos, Amén de su mocedad de la democracia que está por entrar a la adolescencia, de ahí que no debamos escatimar en paciencia y cuidados. Con sus más y sus menos ha sido noble como pocas. Basta pensar en los últimos 20 años, la democracia mexicana ha permitido la alternancia de los tres principales partidos políticos, sin violencia o baños de sangre en las calles para que eso sucediera. En buena medida, esto ha sido posible gracias al rol que ha jugado el Instituto Nacional Electoral, el cual no debemos olvidar, es resultado de la voluntad ciudadana, de la capacidad creativa y transformadora de la sociedad civil organizada, y de la cual formo parte activa.
Por lo tanto, los insultados desde el palacio nacional, saldrán a la calle para con su presencia desmentir tales calificativos, una acción que intenta dividir pero que más bien estimula la unidad. En la marcha programada en la Ciudad de México, el único orador será el primer presidente del antes IFE, José Woldenberg, ejemplo de funcionario probo y respetable. Del que rescato su disertación al respecto de la postura presidencial de transformar partiendo con la pregunta “¿Por qué el presidente y su partido quieren destruir el sistema electoral tal y como lo conocemos hoy si ellos se han beneficiado del mismo?” Gracias a las normas e instituciones en materia electoral, Morena pudo obtener su registro como partido, acceder a una batería de prerrogativas nada despreciable, y un financiamiento público generoso logró ganar 20 gobernaciones (por lo pronto) y hoy gobierna el país. Woldenberg aventura algunas respuestas, ésta es una de ellas: “Hay evidencia suficiente para afirmar que a Andrés Manuel López Obrador le gustaría ejercer su mandato dentro de un marco político similar de los años 50 o 60 del siglo pasado; una presidencia omnipotente a la que los otros poderes constitucionales y órganos autónomos del Estado no le hieran sombra. Con unos medios de comunicación dóciles y subordinados al poder y si fuera posible sin otros partidos o en todo cado con partidos testimoniales, no competitivos, sin molestias organismos sociales independientes y sin ningún actor relevante que pueda contradecirlo”. Acá hay una respuesta a la cólera presidencial. Usted dirá marchista lector.
Porque no me las doy de opositor. Jamás he militado en un partido ni hablado en nombre de otro que no sea el fulano cuyo rostro aparece en mí siempre confiable credencial de elector. Porque el INE ha probado ser digno de mi crédito y es un árbitro que me representa. Porque a lo que me opongo es al abuso, venga éste de quien venga y así albergue querúbicas intenciones, pues creo con Camus que los medios justifican al fin, y jamás al revés. Porque al crimen organizado le es más fácil lidiar con un árbitro turbio y proclive a las trampas que con uno acotado e imparcial. Porque esto de empeñarse en reparar lo que funciona bien es la manera ideal de descomponerlo. Porque el poder se ha vuelto doctrinario y la última vez que asistí a la doctrina tenía siete años y mantenía correspondencia con Santa Claus. Porque dejar morir la democracia es ser un esquirol del despotismo, y ya bastantes rondan por ahí. Porque para sorpresa del oscurantismo y a pesar de los síntomas reinantes, ya no estamos en el siglo pasado. Por lo vertido y más razones fundadas elijo y apoyaré siempre dar pasos hacia adelante, nunca para atrás.
Jugadas de la Vida
El cerebro está más activo cuando se duerme que cuando se ve televisión.
Twitter: @ldojuanmanuel